¡Qué casita tan divina!,así quiero una para mí, me llevo mis 12 perros, mi lorita, mis libros y a mis tres hijos, sería maravilloso, huele delicioso desde aquí, ¿un riachuelo pasa por ahí?, ¿hay un árbol inmenso lleno de frutos?,la gruta con la imagen de María, sin cocina, y la cama,¡tan bella!...luces ahí, es lo mejor; más que el edredón...
¿Es tuyo el libro negro?,¿podría llevar también el libro de mi madre?, me gusta orar también, escuchar el trino de las aves y revisar sus nidos, hasta que abren sus ojitos y empiezan a emplumar, pero hay algo, cuando inician el vuelo...es mágico, cuando empiezan a danzar, cuando los arrumacos y los besos...
Quiero estar a tu lado, viendo un atardecer como en viejos tiempos... Quiero trepar por tu montaña y encontrar el oasis de tu lengua en la mía, para calmar ésta sed de amor que tengo.
Caminar, por el sendero lleno de árboles y divisar desde lo alto cómo vuelan las aves,cómo cantan los mirlos y enredarme en tus piernas, una y otra vez, con sólo caricias, arrumacos y besos como un par de palomos...
Me encantaría regresar luego a la casita, tiene un alar y muchas flores, se pasean muchos colibríes, hay pollos de varias razas por ahí, patos, perros... pero lo más importante y bello de todo, es que estás ahí, para mí sola, sin más enredo que tus ojos en los míos, y tus manos sanando viejas heridas y perdonando viejos errores, con un mundo que al fin entrega ese regalo pendiente de mi árbol lleno de frutos y verdores, y ahí los dos, abrigados con la misma ruana y consolados con las mismas ganas.
Sí mi amor... quiero estar ahí ya... es más, ya estoy sobre tu cuello, y te acabo de besar
Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, enero 23/14
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