AQUÍ
VOY [107]
¡Déjame
ir!,
no
me llores porque me detengo a verte.
Permite
que remonte a la montaña más azul,
hacia
un camino de todos los celestes...
No
me atajes, aquí nada duele...
No
arde mi piel ni me atormenta el delirio,
no
hay fantasmas que me acosen,
sólo
la brisa...
Permite
que me acerque al iris de sus ojos...
¡Son
tan blancas sus manos!
Un
poco más arriba, el verbo tiene aroma,
un
aroma que roba mis lágrimas
y
las convierte en manantiales.
Déjame
ir... ¡estoy cansada!
Más
arriba de todo hay una madre y un padre,
tengo
una casita dorada llena de aves
de
todos los pájaros de colores
que
ayer regresaron...
Estaré
por ahí, rondando tu casa,
seré
una blanca paloma, una garza.
O
pueda ser que en cualquier primavera
sea
una mariposa de variados colores,
o
tal vez una golondrina, armando un nido
cerca
de tu ventana.
Raquel
Rueda Bohórquez
Barranquilla,
octubre 5/13
No hay comentarios:
Publicar un comentario