lunes, 7 de octubre de 2013

TOMÉMONOS UN TINTO [109]

TOMÉMONOS UN TINTO [109]

Tengo la manía de tomar café caliente,  diviso manos sudorosas, señoras que van y vienen con ollas donde todo se  quema, y al paso del tiempo los olores llenan la estancia de esperanzas y barrigas llenas.

Descubro el perfume del café, aroma de las blancas flores de los cafetales, el lecho de sábanas que ofrendan una oración bajo sus gajos de pequeñas perlas verdes,  el tiempo las cubre de dorados, de amarillos, de rojos vivos como la sangre, para entregarse a las manos curtidas de las mujeres y los hombres, que con amor los toman como regalos vivos de sus plantaciones.

Viene ahora esa boca abierta de metal que parece tragar las semillas rojas,  al instante un bulto de abono, y las joyas perladas con dulce sabor, se llevan al sol para el secado...

La molienda del día aromatizando la estancia, las ruanas colgadas, la piedra para afilar el machete, el totumo, las alpargatas, el sombrero de palma...

¡Qué bellos recuerdos del campo!, el despasado, el escoger las grandes para que sean llevadas al extranjero, las mejores para otros, mientras las pequeñas se quedan en casa, las diminutas que guardaron su vida para quienes abonaron el terreno, y con ese olor bendito de las bocas llenas, sentimos un beso de amante escondido bajo la ruana, ¡llega el café!, con ese aroma a campesino, con ese dulzor de manos curtidas acariciando el rostro de sus damas, a calmar los calores del día, en tanto en la cocina se revuelven los niños, para que se vuelvan diamantes negros, quienes bendecirán cada día, las labores arduas del campo con un te quiero.

¡Mirémonos a los ojos!, acaricia las manos, continuemos arrancándole diamantes al campo, para que retorne la magia de la vida sencilla y simple, ahí la felicidad tiene color a café sembrado y sabor a tinto caliente.

Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, octubre 7/13






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