jueves, 13 de junio de 2013

LA BRISA (86)

BRISA [86]

Con la brisa aprendí a descubrir el olor de la vida;
traía desde los morichales el cantar de un mirlo,
siempre ensombrecida una laguna bajo un robledal,
pero ella invisible, me hacía soñar.

Una hoja desvanecida bajo mis pies y al segundo volando,
caída luego sobre una corriente que la inundaría de besos,
y otras, pisoteada por el caminante.

¡Tanto me enseña la brisa desde el amanecer!…
El salobre mar que busca el Río Magdalena,
los barcos que se arrojan con valentía sobre sus olas
y el murmullo de las rocas, si la brisa las toca.

Aprendí que la brisa es la dueña de todo
hasta de los besos de mi boca.

En noches oscuras era quien advertía
olor nauseabundo a trapo viejo,
macabro sonido impulsado por el viento,
suspiros en pecho agitado,
el corazón, mi tiempo.

En una rama un colibrí,
en una hoja una oruga,
antojada la brisa las hizo caer.

Incierto andar
donde ha de acontecer
que tiene tanto poder
que de la vida es dueña.

Al abrir de los labios,
al cerrar de los ojos,
a la quietud del corazón,
al suspiro en mis pulmones,
a la dueña de la vida
que invisible pasa,
a la brisa un son…

De nuevo ante su frescor me aliento,
un abanico de penas en el horizonte
dispersa los aromas y los disuelve.

Flauta de mágicos sonidos
se adueña de la cumbre.
Entre los pulmones  la vida retoza
Y ella  trae desde su alar
el perfume de las rosas.

Raquel Rueda Bohórquez

Barranquilla julio 13/13 




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