Imagen: Internet
EL POLLITO DIFERENTE [43]
Había un chico que siempre andaba con la cara sucia, a él no le importaba sino
jugar, correr, volar… pero en medio de su desenfreno tuvo algún día que frenar…
Sentado sobre una banca de madera, bajo cualquier árbol, el desgreñado chico de
ojos azules, ¿o eran verdes?, tal vez de los dos colores tenía, a veces lo detallaba,
con su rostro lleno de barros y moretones que él mismo se hacía, y esa mirada, siempre fija en algo,
fisgoneando entre las hendijas de las puertas, o subido sobre un gran árbol,
viendo, siempre viendo…
Me entretuve un momento a escuchar alguna vez sus quejas, ahora recuerdo que
eran demasiadas, vivía dolido con el mundo, apartado de todos, y entonces
recordé el cuento del pollo diferente en una camada, a quien todos picoteaban,
por no parecerse a ellos, y éste chico semejaba ese pollito de cuello pelado,
que nació en medio de una gran camada.
Yo era una gallina copetona, no sabía qué era lo que deseaba, pues nunca estuve
contenta con nada, estaba como él, buscando algo, ese algo de felicidad, de
tranquilidad, pero en medio de tantas noticias de horror con las que fuimos
creciendo, tal vez nos acostumbramos a las risas de otros, a las patadas
injustas y a creernos víctima, era eso, simplemente nos creíamos víctima en
medio del ruedo de la vida, mientras
escuchábamos la gritería de la gente que tomaba vino, en tanto el torero se
entregaba a la tarea de clavar lanzas para herir más al toro…
Al pasar los años, en ese pequeño descanso de a veces; el chico cara sucia me
preguntó: ¿Qué hago?, todo me sale mal, todos me odian, y no puedo agradar a
nadie con nada, ¡soy un loco que vive tan inconforme! Mire las heridas, detalle
los golpes que no se han borrado de mi piel, las bofetadas que he recibido… creo que soy un
joven resentido con el mundo, a veces quiero odiarlos a todos, quisiera
destruir a los que me han hecho daño y no me han permitido siquiera hablar, ¿mi
rebeldía a quién se la achaco?, vivo enojado conmigo, quisiera el camino más
llano, pero siempre me toca el que tiene más espinas y rocas, y por ahí me
lanzo, y me lanzan, por ahí persigo al
viento, y él me estrella contra una pared invisible, y llego aquí de nuevo, sin
saber hacia dónde correr…
Yo no sabía qué responder, sólo dije como nos decía nuestro padre cuando nos
veía inconformes con lo que él podía darnos y exigíamos más: “ahí está
carretera”… y ante la respuesta, quedábamos mudos… pues él tenía razón, ahí
estaba el camino incierto que cada uno, en cualquier instante de la vida, debía
tomar…
Lo vi arreglar la maleta –una caja de cartón- y la llenó con su poca ropa
vieja, después del último escándalo armado con la escopeta de mi padre.
¡¡Hijueputas!!... ¡llamen a la policía y sabrán de lo que soy capaz!!... mi
padre estaba sentado al lado de mi madre, callados… y todos arrinconados muy
asustados, nadie se atrevía a decir nada, recuerdo a mi tía Severa y a Dora,
haciendo muecas cada vez que las mirábamos, y nosotros le decíamos a Dora que
no dejaba de gesticular: ¡¡Cállese la jeta!! No diga nada… está endemoniado y
puede cometer alguna locura.
No recuerdo el motivo, tal vez algún reclamo, pues todo lo que sucedía se le
echaba la culpa al pollo piropo, y ese día estalló, recuerdo un empujón a mi
padre, porque él le reclamó algo, y de ahí corrió a buscar la escopeta…
Pero al fin entregó el arma, bajó la guardia y como un niño empezó a llorar…
Al pasar el tiempo, cada detalle es recordado, con cada una de sus historias de
vida, donde nunca descansó, sus ojos no tenían ese brillo del ayer, había
perdido de a poco la visión, lo vi tantas veces debajo de las llantas de los
carros, y un sentimiento de culpa, como de todo lo que dejamos de hacer por él,
aparece.
Lo escuchaba muchas veces, pero él siempre gritaba, maldecía…
Si lo hubiéramos dejado maldecir, gritar, vociferar…tal vez hubiese sacado todo
ese veneno que una sociedad injusta le dio.
Nadie le hablaba, fueron varios días que impusimos silencio, nadie lo miraba…
pero él me llamó, lo recuerdo tanto, que no aguanté más y me senté con él un
momento… ese último momento, y lo vi salir con la caja de cartón, a buscar
futuro en Barranquilla, al lado nuestro primo Isnardo, un futuro que nunca fue,
y que de nuevo lo estrelló contra la misma pared, y la pared le cayó encima,
sobre sus esperanzas y sueños…
¡Ya nada importa!… el tiempo pasó factura y nos pasará a cada uno, por todo lo
bueno o malo que hayamos hecho, eso decía mi madre, y a mi reina todo se lo
creo.
Se llenó de tanta azúcar, sus comidas rápidas de coca cola con pan y dulce,
acabaron con su vida, sus pocas alegrías, y el pollito se fue a buscar una
mejor pradera, esa que a todos nos tocará en cualquier instante, cerca de la
gallinita de los huevos de oro, que siempre lloró escondida en cualquier
rincón, y también me preguntaba a veces: ¿En qué fallé?... quise que todo fuera
lo mejor, ¡pero eran tantos!… lo amaba más que a todos, pero en algo me
equivoqué, y ahora no puedo hacer nada, sólo tomar el rosario y orar por él.
Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, diciembre 22/13
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