jueves, 19 de diciembre de 2013

BUSCANDO A DIOS [49]

BUSCANDO A DIOS [49]

Cansada buscando a Dios sin encontrarlo.
Agotada de las prisas, sin llegar a ningún sitio.
Aburrida sin saber qué hacer, además de soñar,
Desmayada de estar subiendo siempre la cuesta
Y nunca ser capaz de llegar.

Un alto en el camino… me siento derrotada…
Cierro los ojos y te escucho…
¿Eres un violín llorón entre las ramas?
¿O eres una madre, que bailotea cual mariposa
Y se descansa en una espiga dorada?

Mi niño Dios, tan lejano, ¿en dónde estarás escondido?
Éste año guardo como siempre uno de plástico,
El de aquéllos años, donde la juventud me encontró
Buscando caracoles entre las rocas y orquídeas para ti…

¡Qué rendida estoy!...
De nuevo observo a las palomas en mi alar,
Las hojas secas de mi árbol caen sin cesar
Y un vacío grande habita en mí,
Como si nada me alegrara, y nada se acomodara
A éste sin sentido diario, de correr y correr

Sin unos brazos a donde pernoctar.

Entonces enciendo una vela bendita
Me acomodo sobre una roca inmensa
Y cierro los ojos…

¿Eres acaso, la golondrina que me observa al pasar?
¿Quién te acompaña hoy?, cada día una estrella se viste de plumas
Alguien cierra los ojos y te alcanza,
Y por andar en mis afanes,

Nunca me detuve a contemplar.

Entreabro la mirada para ungirme de colores
Y arriba, casi tocando al cielo los veo.
Sus hojas verdes, rojas, naranjas…
Está lleno todo de ángeles que danzan con la lluvia,
Se embelesan en los rayos del sol,

Para iniciar una trova.

Busco una gran palabra, pero se enredan las simples,
Dejo de lado el diccionario, me aplico en escuchar tu voz.
¿Eres ese mirlo negro empeñado en alabar fuerte?
¿O el pequeño colibrí de azules alas,
Que parece rogar un beso a una flor?

¿En dónde estás que deseo tocarte?
Una brisa fría besa mis labios, el olor a poesía inunda la estancia
Huele a pino fresco, se mezclan los azahares con las rosas
Y un hada blanca busca grillos, entre los cetrinos pastizales…

¡Oh Dios!... Tan cerca que hasta puedo oler tu pecho.
Tan suave, que hasta acariciar tu cabellera blanca.
Tan poco amado, que hasta hieren a tu madre y la asesinan
Si un roble en flor cae sin ventura alguna,
Cuanto más enorme, ¡si más extendidas sus ramas!
Y un lago de lágrimas lo acoge, una semilla germina,
Aparece un brote pintado de lozanía,

Nuevos y mágicos destellos con sus aromas,
Y ahí está tu mano prodigiosa e invisible.

Me dejo llevar del sonido del violín
Repito que te acabo de encontrar
Entre el bosque, donde la novia es la cascada,
Y la cabellera blanca,

Es la nieve que cubre de esplendor a las montañas,
Y luego, con su pálido edredón
Arropa de caricias al mar.

Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, diciembre 18/13




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