VIVO
EN EL EXTREMO [22]
En
el otro extremo,
donde
las garzas tocan el cielo, escasean las gaviotas
y
el arenal se torna tibio, las aguas limpias nos cercan,
siendo
arroyos invencibles, impacientes por ser parte de algo,
y
el mar vomita inmundicias sobre la soñada playa.
Aquí
vivo, aquí pernocto y mi amante es el sol, las rocas,
los
alcatraces y el alba.
Aquí,
donde las pocas montañas se derriban
para
sembrar moles de cemento,
se
crean empresas extranjeras,
y
las nuestras se subastan,
se
abren carreteras y caminos cercados de almacenes,
pero
sus dueños son los mismos,
y
los esclavos también.
Aquí
en el extremo
ya
no se vive con la tranquilidad de otros días,
temo
salir a la calle para que me atraquen,
por
dinero que no existe.
Un
reloj barato, una pulsera,
tal vez hasta mis zapatos viejos quieran.
El
servicio público lleva sillas desiertas
las
mismas que parecen monjas
en
espera de un Dios santificado,
que
por ellas se conduela.
Si
Marisa, vivo en el extremo de todo…
Podemos
ver tantos horrores, como alegrías inventadas,
donde
el carnaval ahora es de otros
y
se cobra por mirar y por llorar…
Pero
en mi extremo
hay
algo que nadie puede vender ni comprar:
el
azul divino del mar y el espejo de blonda cabellera
que
al atardecer se torna dorado, con las sonrisas del mar,
y
el cantar de las olas si lo ven marchar.
Somos
dueños de la mirada,
¿quién
nos la puede comprar?
¿A
quién podemos vender los sueños?
El
mundo parece pequeño, pero nadie se entera,
que
mañana, una brisa ligera,
nos
dejará sin sustento.
En
éste extremo los ricos son los mismos, y los pobres el resto,
que
soñando con ser ricos mueren, cargando sus viejas ansias,
siendo
su final riqueza, el brillo de su mirada,
y sus
labios siempre abiertos cantando sones,
cual almas sonoras, de las gaitas del valle.
Pero
me quedo en el extremo de tus ojos,
tan
de índigos, donde el amor hizo nido,
pero
hoy, ese milagro divino extendió la mano.
Las
tareas se volvieron livianas
y
al verte correr, sentí deseos de abrazarte
cual
si fueras un niño.
En
el extremo
vagan
las caracolas de mar con su feliz ermitaño,
y
a nadie se le hace daño, todo se calla…
se aguanta...
Se
abandonan las ganas ante desigual pelea,
y
la ciudad crece hacia lo alto,
cual
izada bandera.
Raquel
Rueda Bohórquez
Barranquilla,
noviembre 28/13
Tayrona
2013, con Pedro.
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