jueves, 28 de noviembre de 2013

VIVO EN EL EXTREMO [22]


VIVO EN EL EXTREMO [22]

En el otro extremo,
donde las garzas tocan el cielo, escasean las gaviotas
y el arenal se torna tibio, las aguas limpias nos cercan,
siendo arroyos invencibles, impacientes por ser parte de algo,
y el mar vomita inmundicias sobre la soñada playa.
Aquí vivo, aquí pernocto y mi amante es el sol, las rocas,
los alcatraces y el alba.

Aquí, donde las pocas montañas se derriban
para sembrar moles de cemento,
se crean empresas extranjeras,
y las nuestras se subastan,
se abren carreteras y caminos cercados de almacenes,
pero sus dueños son los mismos,
y los esclavos también.

Aquí en el extremo
ya no se vive con la tranquilidad de otros días,
temo salir a la calle para que me atraquen,
por dinero que no existe.

Un reloj barato, una pulsera,
 tal vez hasta mis zapatos viejos quieran.

El servicio público lleva sillas desiertas
las mismas que parecen monjas
en espera de un Dios santificado,
que  por ellas se conduela.

Si Marisa,  vivo en el extremo de todo…
Podemos ver tantos horrores, como alegrías inventadas,
donde el carnaval ahora es de otros
y se cobra por mirar y  por llorar…

Pero en mi extremo
hay algo que nadie puede vender ni comprar:
el azul divino del mar y el espejo de blonda cabellera
que al atardecer se torna dorado, con las sonrisas del mar,
y el cantar de las olas si  lo ven marchar.

Somos dueños de la mirada,
¿quién nos la puede comprar?
¿A quién podemos vender  los sueños?
El mundo parece pequeño, pero nadie se entera,
que mañana, una brisa ligera,
nos dejará sin sustento.

En éste extremo los ricos son los mismos, y los pobres el resto,
que soñando con ser ricos mueren, cargando  sus viejas ansias,
siendo su final riqueza, el brillo de  su mirada,
y sus labios siempre abiertos cantando sones,
cual  almas sonoras, de las gaitas del valle.

Pero me quedo en el extremo de tus ojos,
tan de índigos, donde el amor hizo nido,
pero hoy, ese milagro divino extendió la mano.
Las tareas se volvieron livianas
y al verte correr, sentí deseos de abrazarte
cual si fueras un niño.

En el extremo
vagan las caracolas de mar con su feliz ermitaño,
y a nadie se le hace  daño, todo se calla… se aguanta...
Se abandonan las ganas ante desigual pelea,
y la ciudad crece hacia lo alto,
cual izada bandera.


Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, noviembre 28/13
Tayrona 2013, con Pedro.



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