Con Sandra...
MI
VIDA ES UN REGALO [111]
¡Qué
regalo tan bello la vida!
¿Alguien
puede dar a otro, éste don maravilloso?
A
veces, al conversar con mi hijo, como hoy;
simplemente nos miramos a los ojos;
me agrada porque me escucha, pero no sé si pone en práctica algo, muchas
veces me sucedía con mi madre también, unas veces me enojaba porque lo que me
decía era verdad, y a nadie le gusta mucho que le digan la verdad, y otras,
simplemente me quedaba callada, queriendo robar esa gran sabiduría que ella
entregaba, y que desde niña había cultivado a través de sus padres, tan ricos
en humildad, de donde extrajeron el mejor zumo para sus vidas y las de otros.
¿Qué
somos?, sólo una planta más en el universo, y de cómo la tratemos en el camino
serán sus flores y sus frutos, pero siempre habrá un crecimiento, un castigo de
los rayos del sol, de la fuerte brisa que la irá puliendo hasta ser una enorme
planta, o una enclenque chamiza en cualquier rincón, pero con un fin; no
necesariamente el árbol más grande y fuerte es el mejor, pues de las semillas
más diminutas, brotan inmensas flores y enredaderas, junto a la hierba de la
que se extraen sumos para sanar nuestros males.
Todos
somos importantes para el huerto, lo dijo mi madre en un sueño…
¡Déjeme
sembrar mis flores Socorrito, quiero ser feliz con ellas!
En
el sueño ella traía una flores muertas, y me las ofreció, yo la sentí tan viva,
tan bella y feliz, y se arrodilló en su final parcela de 2x1 con la tierra
todavía revuelta y sólo grita al momento de querer sembrar sus flores: ¡Mis
rosas blancas!... ¡Qué hermosas!
Advertí
entonces que era un sueño dentro de otro sueño, y rompí en llanto junto a mis
hermanos que me acompañaban, pero había un mensaje ahí… nadie muere, la vida
continúa en las semillas, y a partir de ahí, pasamos a la eternidad.
Mis
tres sobrinas embarazadas, ya nació Isabella, de un color hermoso negro como un
diamante curtido al sol, y esperamos para éste fin de año dos hermosas niñas
más, la una tendrá los ojos de mi madre, y la otra llenará de alegría un
solitario hogar.
Así
las cosas, agradezco a Dios por el regalo eterno de la vida, una gota de rocío
que baja desde el cielo, se multiplica en cada invierno, en nuestros ojos y en
el mar.
Sí,
todo lo que hay es un regalo que nadie más puede entregar, recibimos el don de
la vida a través del amor, otras tantas a través del odio, pero es vida, para
amar, son detalles, abrazos y besos del Creador.
¿Qué
estoy haciendo con el regalo de la vida?
Como
es un detalle hermoso de mi invisible Creador, la cuidaré con esmero, entrarán
cosas maravillosas y ricas por mi boca que me nutrirán, y buscamos cada día que
de ahí broten las mejores flores para poder vivir en paz.
¿Tengo
derecho a envenenar el regalo de Dios?
No
tengo derecho sobre mi vida, ni puedo disponer de ella…
No
tengo derecho a llenar de venenos el estuche de mi alma
pues
no sabemos qué hay más allá de todo…
Raquel
Rueda Bohórquez
Barranquilla,
noviembre 7/13
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