LA
SILLA [30]
En
otro tiempo fue un pino,
se
combinó la madre tierra con su espalda
y
sus brazos fueron el descanso de alguien
que
agotado, se la peleó en un momento.
No
pide que le den las gracias
ni
que la llenen de honores;
su
gracia fue servir siendo deseada
y
morir de vieja extrañándola.
La
silla permaneció en el mismo rincón,
era
el antojado sitio de su dueña;
más
no le importó dar reposo
a
todo aquél cansado que la encontró,
en
su nada envidiable camino.
No
fue merecedora de caricias,
todos
los olores se quedaron…
Los
cansancios y sudores se pegaron
de
sus incansables brazos,
de
su espaldar
y su
agotado asiento…
Más
fue tan servicial, tan buscada...
Ni
un céntimo recibió por su oficio,
nació
para dar, más no para recibir.
Creo
que de todos es la más feliz
pues
al finalizar su trabajo en éste mundo,
será
bendecida en una hoguera.
Será
brizna de colores y flama viva,
aunque
la creamos muerta.
Raquel
Rueda Bohórquez
Barranquilla,
noviembre 24/11
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