ENTRE
LA NIEVE [87]
Dejaré
pasar la bruma, buscaré en ese bosque un ave de preciosas gamas, atrapada en
mis azules fantasías, para aprisionarla en mi corazón.
Pequeñas
lunas frías, como cubriendo las rocas, adorando el silencio… caen del cielo.
¿Acaso
hay un niño interior que palpita en medio de todo?...
Tiemblo
al imaginar tu piel y me pego de ella, buscando la tibieza de un pecho conmovido.
Busco
palabras y tropiezo de nuevo con tus ojos; viene a la memoria la calima del
ayer, que jugaba con los mirlos y las acacias, y pasaba inadvertida, era beso
de seda de un hada, en donde se escondían, y todas las almas viajeras se
congelaban.
Chasco
mi boca en la tuya para enriquecerme de ella; tiemblo como un ave afligida,
para ser hiedra en tu piel, y sentir que eres una roca viva en donde me dejas
ser…
¡Que
llueva frío!, que pase la neblina… que grite sus amores la lluvia, que al caer
como copos blancos, vista mi cabellera de plata, y se junte con la tuya, destechada,
como un sol veraniego, que espera el retorno de la primavera.
Entre
la nevisca anidaron las aves, ¿puedes
creerlo?, se congelan los amores y se quedan como rocas para siempre. Aquí se
cuentan sólo blancas historias, se cambia la piel por otra, para confundirnos
con las estrellas; se pegan tus labios de los míos, y se congela el afecto, para
que nadie lo derrita, será un ámbar al pasar el tiempo.
Descubro
al caminante, sus huellas permanecen hasta el deshielo, brotes verdes quitan la sábana del bosque, nos
reencontramos con los ojos vivos y la boca humeante; regresan los solistas, el
blanco desaparece, para retornar de entre los muertos vivos, la vida…
Haces
erosión en mi piel y yo en la tuya, pinto mi rostro de colores nuevos, los
violetas marchan, los púrpuras asoman, las manos se entrelazan, olvidamos que
ayer las rocas tenían espinas en su falda, pero que todas se fueron, entre albinos
azahares y perlas vivas.
Raquel
Rueda Bohórquez
Barranquilla,
noviembre 11/13
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