CONTADOR
DE HISTORIAS [86]
Hay
un contador de historias
en
cada rincón del tiempo,
un
reloj que no se detiene
y
alguien esperando
que
su voz sea escuchada.
¡Mírame!,
tengo una historia de amor
que
palpita en mis dedos, para ti...
Había
una vez una garza blanca,
tan
nívea, que envidiaban las nubes su pureza…
Pero
había un viento,
una
brisa que se antojaba adversa,
ella
abría sus alas y luchaba contra ella,
desvanecida
entre los humos de la vida,
los
venenos que se cruzaron en el camino,
y
embestían con furia de titanes.
Sin
calmar su ansiedad,
pasó
todos los inviernos y veranos,
hasta
que parecía que tal vez
en
un instante caería.
Un
sonido que se abandona,
así
el tambor a la caricia de las manos,
el
grito final de un animal en el matadero
y
su mirada acusadora,
llena
de humedades y angustias gritadas en silencio…
Pero
el ave continuaba,
casi
plumas,
casi
huesos,
casi
alma sólo quedaba
entre
las brisas de un mes de mayo.
Heme
aquí posada sobre una rama,
un
descanso final.
La
providencia se antojó de mis dedos
sobre
un pastizal en blanco.
Miro
hacia el dorado mundo
donde
se vencen los arrogantes cerros
y
caen los gigantes, en medio de miradas
de
indolente sevicia…
Anidó
sobre resecas ramas,
en
la cúpula de la más alta de todas las iglesias.
Amó,
hasta lo más amado,
y
voló de nuevo mi garza blanca,
vestida
de azahares.
No
he ido a su parcela,
allá
pastan los canarios criollos,
se
entretienen los luceros en la noche;
y
a veces... cuando un frío de ausencia
pareciera
tocar la fibra más profunda;
sólo
miro a la pared del cielo,
y
ahí la encuentro…
Raquel
Rueda Bohórquez
Barranquilla,
noviembre 11/13
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