jueves, 28 de noviembre de 2013

EL SERBIO 9 [14]


EL SERBIO 9 [14]

Ahí estaba, pegada de la ventana, se acercaba el día soñado. Al fin se concretaría la historia de amor con El Serbio, escuchaba el ruido en el salón principal y todos esperaban que saliera con el traje blanco,  las viejas chismosas dijeron que no era virgen y no podría ponerme un traje de ese color, estaba ahí atorada en la ventana, pensando.

 Un camarote diseñado especialmente para mí, preguntaba a cada estrella del camino, a cada ave que cruzaba veloz sobre la barca, a las que hacían estación y robaban un mendrugo para escaparse asustadas de nuevo y regresar con la pericia y el afán de cada día... ¿podría arrepentirme?... pero amaba a ese hombre a pesar de todo,  sería la prueba de que finalmente nada me importarían las pequeñas espinas,  me arriesgaría por el amor, y dejaría 54 años de mi vida en otro sitio, no aquí,  donde mi presencia era odiada, descubriría  más allá de un espejo, que todo era posible en el mundo de los sueños...

Se acercaba el gran momento, los músicos, los brillos, los trajes de seda que movían las brisas del mar, parecían gaviotas con luces de estrellas y corrían a danzar por la vida, a iluminar los rostros,  a llenar de contento el alma, mientras un poco asustada, observaba desde un rincón y trataba de imitar los pases de los bailarines, en el último ensayo para ser feliz, que el destino había colocado ante mis ojos.

El Serbio me tomó de la mano y me dice en su idioma: /El Antioqueño tradujo/Tranquila amor,  eres más hermosa que todas ellas juntas, porque te has robado mi corazón y tienes el valor de un cóndor con sus alas abiertas, viendo desde la inmensidad del alma todo lo que puede acontecer cuando se ama de verdad, sin mentira...  ¡perdóname por lo de ayer por favor!, estaba borracho, pero siento mucha pena por lo que hice…

Al ver su mirada tan segura en la mía, al sentir sus manos bajo mi falda y el perfume de su piel recién bañada, simplemente me dejé llevar, y cerré mis brazos alrededor de su cintura, lo sentí un fuerte árbol, y a su arrimo, sería el ave más feliz del mundo.

Me arruché en su pecho y sentí las campanas de ese solar mío, me ruboricé un poco y de puntillas me acerqué a su boca... ahí me quedaría,  no habría nubes grises, porque todas se esfumarían en un momento,  el amor todo lo puede, todo lo alcanza, ese fue nuestro proyecto y propósito, y aunque no pudiera tener hijos con él,  viviría los mejores años de mi vida, un instante bastaría para olvidar el pasado… ese segundo de felicidad y confianza en la otra persona, aquí  no habría engaño, seríamos como caldo de pobre que enriquece el alma, sal y agua teñida de esperanzas.

La gente se estaba duchando, mañana sería el gran día, todo pintaba hermoso, el atardecer era rojo y amarillo, el sol mágico, sostenido por la voluntad divina parecía un globo, que mostraba la grandeza de Dios, en medio de un océano tranquilo y azul.

La abuelita de Serbio salió un momento, y estaba tomando fotografías a cuanto viajero paraba por ahí, él salió corriendo a llevarle unas prendas, ella dijo: ¡no me jodan! ¿acaso los demás no tienen culo?, /dominaba a la perfección el Español, mientras agachada, desnuda, se quitaba la última prenda y colocaba su cámara sobre ellas.

Yo no pude aguantar la risa y me uní al grupo para ducharme un rato, la experiencia de la noche anterior con la serenata, había sido terrible, pero todo estaba olvidado…

De regreso a la barca, ahí sobre el mirador, detallando lo magnífico del atardecer con un astro  encendido como yo, con ese cielo maravilloso plantado en la orilla de cualquier mar del mundo, y yo ahí, mientras imaginaba que no sería posible, pero ahora, ¿cómo no agradecer a la vida por tanto?, ¿por la orilla de sus labios y el espacio para mí entre sus brazos?

Las gaviotas estaban sobre las torres durante el viaje, parecían una promesa de que todo saldría bien. Nunca creí que estuviera en ésta enorme barca tan llena de lujos y personas de todo el mundo, con esas sonrisas maravillosas...

¿En dónde estabas Dios, que me estaba perdiendo de la belleza de tu obra?... Pero recuerdo que estabas ahí a mi lado siempre, y sobre una  pared podía observar las alegrías de otros, imaginando eran mías...

¿Puede haber algo más maravilloso que soñar?... Veo a ese Rey colgado de un hilo invisible, admiro tus ojos tan cerca y  lejos de los míos, detallo la comisura de tus labios, ese hoyuelo gracioso en tu mentón, tus manos que saben llevar al éxtasis, tan acariciadoras, tus palabras tan dulces para una mujer.

Nunca creí ser merecedora de tanto amor, parecía una cortesana mendigando cariño, y ahora... tu amor, tan grande, ¡tan inmenso!... parecías una estrella rojiza, con esas nubes que se tiñen de todos los púrpuras en el atardecer...

¿Cómo no agradecer por El Serbio, si él me ha llevado a las alturas, me ha bajado entre sus brazos y ha sentido liviano mi cuerpo?

Bendito día en que lo conocí, ningún otro hombre a pesar de las flaquezas de los últimos instantes, me hubiera hecho tan feliz...

En sueños le contaría a mi madre, que al fin se arrancó la vid de raíz, no produjo frutos de amor, y la promesa de aquél día con la biblia en las manos, en esa navidad solitaria como tantas, con los juramentos incumplidos  y los ojos húmedos, las dos en la alcoba orando por días mejores, se había realizado, gracias a que ella, era mi ángel en este momento,  quien guiaba cada uno de mis pasos, hacia una verdadera felicidad de alas abiertas.

¡Mañana era el gran día!, El Serbio se acercó de nuevo y en silencio observamos cómo el sol desaparecía tragado por el mar. Rozó mis piernas y yo las suyas, y prometimos esperar a mañana…

¿Por qué a mañana?... ¡tal vez nunca llegaría ese día!
Pero hicimos un pacto de amor, esperaríamos su llegada temprano, viéndolo surgir del mar.  Era ese milagro de cada día, ahí el navegante se atiene a la guía de sus rayos y al suave cantar de las olas…  era el día ansiado por los dos y dejaríamos como personas adultas y maduras que éramos, que las cosas sucedieran, así tenía que ser, ¿cuál es la premura, si tenemos el mundo para los dos?...

Te quiero mi amor… le dije sobre sus labios, y ambos nos perdimos junto al sol, pues mañana, milagrosamente, se había convertido en nuestro ahora…

Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, noviembre 27/13



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