sábado, 30 de noviembre de 2013

DE UNA HIJA [6]


DE UNA HIJA [6]

Madrecita, espero que al recibir ésta nota, te encuentres feliz...
Te pido perdón en primera instancia, por mi olvido de tantos años,
pues me privé de abrazarte miles de veces, de arrodillarme sobre tu regazo
para repetir sin cansancio: te quiero vieja...

Ha pasado el tiempo, y las cosas cada vez se ponen peor para mí,
pues ahora que no estás, ¡cuánto te extraño!,  eras además mi prestamista;
no tenías que pedir permiso a nadie para darme un beso,
ni tenías motivo para negar un abrazo
a pesar de mi indiferencia.

¿Sabes en qué me ocupo ahora?
En lo mismo, en pasar el tiempo aprisa
y en construir versos con el viento...

Espero atrapes mi carta, inicia navidad sin ti...
Es la segunda navidad donde no puedo verte,
y nuestro muchacho no aparece con sus cantares,
con esas alegrías que llenaban los ojos de consuelo.
Tenía guardados los regalos...
Un cofre lleno de perlas que se han congelado en el mar,
en éste insondable mar de las tristezas, en donde estás,
pero tengo la certeza de tu amor, y ello me consuela...

Las aves adornaron un nido, sus pichones se parecen a mí,
tan frágiles y llorones ven a su emplumada madre;
pero sé que estás aquí ahora, leyendo mi carta,
que tus manos están sobre mi hombro, y me hablas:

"No llores, no sufras... todo pasará, como la vida,
así los intensos aguaceros, y las malas brisas...
Pronto vendrás como un águila y me harás compañía,
verás lo azul del cielo, y lo brillante del sol...”

Y al sentir los rosales de tus labios
el aroma me hizo abrazar una esperanza;
madre mía, guarda las guirnaldas de mi pecho.

Regálame una estrella para consolarme,
y en la noche, al asomo de la luna de navidad,
sabré que ese brillo es una sonrisa tuya,
que parpadea junto a mis lágrimas.

Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, noviembre 29/13








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