LAS
OLAS HABLAN [72]
Escuchando
el sonido del mar
cual
son de violines,
desatados
como un alma loca
en
el incierto camino,
¿cómo
no he de agradecer
por
ésta tarde y éste día,
que
se ha bendecido en una iglesia
mi
viejo escapulario?
Si
de tus ojos prisionera
cual
sepulcro
vivo
enredada siendo una sombra,
ante
la marcha del ocaso,
así
puedo ahora reclinar mi rostro sobre tu hombro
y
gritar al viento que resucito cada instante,
para
morir al segundo que viene...
Como
no,
escuchar
el sonido
de
las viejas campanas de la iglesia,
que
se repiten,
con
la voz de las ramas en el bosque.
¿Quién
llorará por la muerte de los insepultos?
Los
veo bogar silenciosos,
ante
la mirada del cobarde...
Pero
las olas,
a
pesar de todo los abrazan,
y
a pesar de la sal en los ojos,
les
regala un beso.
Raquel
Rueda Bohórquez
Barranquilla,
noviembre 14/13
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