viernes, 15 de noviembre de 2013

MUNDO DE FELICIDAD (Cuento) [71]


Imagen: Liz Nayibe Álvarez



MUNDO DE FELICIDAD (Cuento) [71]


Un niño que tenía zapatos finos, lucía un hermosa cadena con un crucifijo de oro,  se veían esmeraldas robadas del bosque, ¡qué fina camisa a cuadros vestía!, y un jean de muy buena marca,  estaba en un parque, sin reír ni cantar…

Detallé de sus manos pequeñas, un poco de humo, y de sus ojos hambrientos, la falta de amor; ese pan que se bendice si las ollas vacías se raspan,  las manos se juntan para que no haya frío, abrazando una mañana y tomando aguas tibias reposadas, cual si fueran miel.

El niño del parque…  ¡ayer lo vi caminando otra vez!… tenía los ojos abiertos;  no calzaba los zapatos nuevos, sino livianas sandalias,  unos rotos pantalones  a propósito, una raída visera de rojo color, y en sus ojos cierto brillo perdido;  en sus labios, una cierta mueca que parecía una sonrisa,  sus manos estaban abandonadas sobre una pequeña flor.

Otro niño que pasaba con los pies descalzos, con una sonrisa alargada, plena en carcajadas, al instante lo vio… y de paso, pareciendo un colibrí que se extasía en una flor silvestre, sin el miedo del ayer frustrado, sin la timidez que la pobreza obliga, de a poco se acercó…

Hola amigo: ¿quieres hablar otro poco conmigo?, ¿viste que ayer el día no era tan gris?, lo opacaba la brillantez de  tus joyas, y esa mirada esquiva,  esos ojos que no querían ver, que la felicidad nadie la consigue, está ahí ante nuestros ojos, no se puede perseguir ni tocar, sino que se puede soñar…

El niño del banco, al fin abrió la boca y una sonrisa plena regaló…

-¡Vamos!… quiero que muestres las riquezas mayores que dices, pues nada he visto desde la mañana, sólo un ruiseñor que trinaba en un gajo, donde todas las flores se juntaron, y un rayo de luces parecían danzar en el lago…

-¿No viste acaso, que el sol se levanta temprano, y escuchas el cantar del gallo, que nos anuncia un nuevo día? –¡vamos!… ¡no te acobardes!, te mostraré entonces en otro día, algo mejor…

-Si vienes mañana de nuevo, te enseñaré  en el atardecer la magia del sol,  en la noche verás conmigo un rayo de luna,  ahí encontrarás a tu madre, te lo digo yo, que siempre la busco, y al sentir un beso de luces de suaves colores, me quedo dormido, ¡ya lo verás!…

Yo, que de lejos veía la escena, sentí mucha pena, por todos los años que no me detuve… y corriendo… siempre corriendo, no vi, cómo debajo de una rama, una oruga fabricaba una celda; ni  advertí tampoco el instante en que un hada extendió sus alas, y sobre las más lindas flores, un beso dejó.

Ese par de niños me conmovía un poco… dejé que cruzaran las miradas, que buscaran esos sueños que se atoran en el camino, que se desvían por andar persiguiendo  brillos, donde no habita la felicidad, y simplemente, me recosté un poco, para ver cómo volaban las águilas, y los cucaracheros tomaban juguetes vivos, en medio del bullicio del bosque, y al fin me dormí.

Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, noviembre 15/13

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