¿QUÉ
SOY? 6 [117]
Hablando
sola, preguntando y respondiendo, me dije que no era nada ¿o soy algo?... ¿Acaso puede ser más un grano de
arena, que una hoja seca?, todo es
igual, todos parecemos brizna de la misma madera, de la misma llama encendida
en los ojos, muriendo a besos en los labios, ansiando vanos placeres, recordando
viejos quereres.
Acaso
no deseas como yo, ¿una caricia desnuda?
¿No
aprietas la boca y te consume la ira al no poder cambiar las cosas?
¿Eres
de los que ríe a carcajadas si un ave cae, y sus pequeñas plumas se las lleva
la brisa?
No
rías del dolor, de la pena, porque antes que termine el día, otros reirán de
ti, y el dolor que te aqueje, será el doble del
que te hacía reír.
Arriba
de la montaña llegan las águilas, quisiéramos ser como ellas, tan solo dos
pies, que se llenan de llagas, con unos zapatos prestados…
Más
ellas poseen garras, inmensas alas que no se mojan con la lluvia…
Parecen
sombrillas de seda con brillantes colores, tejidos en cualquier tarde con el
amor de un artesano, que no le niega a sus manos, ni siquiera una gota de rocío.
Soy
hermosa, tan bella como tú, tan linda
que mi espejo transforma mi dolor en una sonrisa, y esa mueca parece quebrar el
tiempo, un tiempo extraño que en verdad no existe.
Tengo
blanca cabellera, ayer era negra y abundante, los fríos de la tarde volaron mi
cintura, los calores la inundaron de vida nueva, mis pezones eran flores rosadas, donde se
prendían los labios y brotaban dulzuras con sabores a panela.
¿Quién
soy?… quisiera preguntar al aroma de mi café caliente, pero responde una sombra
que me sigue de continuo…
Puedo
ser lo que tú, un sinsonte que trina sobre una elevada rama,
un
pequeño colibrí embelesado en las flores, con esas alas prestadas,
esos
colores tan brillantes que parecen trocitos de Dios que aletean,
o
pedacitos de madre, regalando amores…
¡Cómo
quisiera ser algo!
Si
pienso en todos los amores a quienes he despedido, se vuelve humo la vida,
todos los anhelos parecen espejos sin agua, todos los sembrados perdidos, en
medio de hogueras de odio…
El
uno critica lo que otro levanta, el otro se enoja en vez de hacerse el desentendido, se arremolinan
las corrientes y se lanzan con todos los desechos del mundo, para no ser nada
entre todos, ni ser fuego ni lumbre, no ser hostia, ni trigo…
Y
en esto pasa un labriego a quien meditabundo veo, tiene llagados los pies,
curtidas manos entrelazan un ramo de rosas, y al doblar las rodillas, dos
perlas se desgranan de sus ojos…
¡No
soy nada!… sólo pasto para bueyes, tierra oscura, de la misma que arropó a mi madre y el labriego lo sabía, ¡desde
luego!
Raquel
Rueda Bohórquez
Barranquilla,
octubre 4/13
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