sábado, 5 de octubre de 2013

¿QUÉ SOY? 6 [117]

¿QUÉ SOY? 6 [117]

Hablando sola, preguntando y respondiendo, me dije que no era nada ¿o  soy algo?... ¿Acaso puede ser más un grano de arena, que una hoja seca?,  todo es igual, todos parecemos brizna de la misma madera, de la misma llama encendida en los ojos, muriendo a besos en los labios, ansiando vanos placeres, recordando viejos quereres.

Acaso no deseas como yo, ¿una caricia desnuda?
¿No aprietas la boca y te consume la ira al no poder cambiar las cosas?
¿Eres de los que ríe a carcajadas si un ave cae, y sus pequeñas plumas se las lleva la brisa?

No rías del dolor, de la pena, porque antes que termine el día, otros reirán de ti, y el dolor que te aqueje, será el doble del  que te hacía reír.

Arriba de la montaña llegan las águilas, quisiéramos ser como ellas, tan solo dos pies, que se llenan de llagas, con unos zapatos prestados…

Más ellas poseen garras, inmensas alas que no se mojan con la lluvia…
Parecen sombrillas de seda con brillantes colores, tejidos en cualquier tarde con el amor de un artesano, que no le niega a sus manos, ni siquiera una gota de rocío.

Soy hermosa, tan bella como  tú, tan linda que mi espejo transforma mi dolor en una sonrisa, y esa mueca parece quebrar el tiempo, un tiempo extraño que en verdad no existe.

Tengo blanca cabellera, ayer era negra y abundante, los fríos de la tarde volaron mi cintura, los calores la inundaron de vida nueva,  mis pezones eran flores rosadas, donde se prendían los labios y brotaban dulzuras con sabores a panela.

¿Quién soy?… quisiera preguntar al aroma de mi café caliente, pero responde una sombra que me sigue de continuo…

Puedo ser lo que tú, un sinsonte que trina sobre una elevada rama,
un pequeño colibrí embelesado en las flores, con esas alas prestadas,
esos colores tan brillantes que parecen trocitos de Dios que aletean,
o pedacitos de madre, regalando amores…

¡Cómo quisiera ser algo!
Si pienso en todos los amores a quienes he despedido, se vuelve humo la vida, todos los anhelos parecen espejos sin agua, todos los sembrados perdidos, en medio de hogueras de odio…

El uno critica lo que otro levanta, el otro se enoja en vez  de hacerse el desentendido, se arremolinan las corrientes y se lanzan con todos los desechos del mundo, para no ser nada entre todos, ni ser fuego ni lumbre, no ser hostia, ni trigo…

Y en esto pasa un labriego a quien meditabundo veo, tiene llagados los pies, curtidas manos entrelazan un ramo de rosas, y al doblar las rodillas, dos perlas se desgranan de sus ojos…

¡No soy nada!… sólo pasto para bueyes,  tierra oscura, de la misma que arropó  a mi madre y el labriego lo sabía, ¡desde luego!


Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, octubre 4/13










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