BUSCO
UN MILAGRO/A un cucarachero [116]
Despierto
buscando un milagro; tal vez para ti, para mí, para cada uno de
nosotros; y entre la llovizna que baja del cielo, un átomo se parece a mí, y el
otro tiene un parecido a todos nosotros.
¿Ese
milagro en dónde estará?
He
pasado muchos abriles, ¡tantos, que ya he perdido la cuenta!, se quedaron en un
mayo, donde sentí que el mundo explotaba y todos los átomos se confundían con
el viento.
En
el aroma de éste mes me antojé de un milagro, ¿en dónde estás milagro?...
Detallo
la hierba, las pequeñas ramas de trigo secas y sus frutos, esperando quién
ciegue, quien seque al sol, y sus manos llenas de chocolate, con esos puntos
marrones, ansiando las mías temblorosas, con hambrientos dedos y labios
reventados,nos hace bendecir la mesa, ante tan ricos bocados.
Pero
pasa veloz un águila con algo aferrado entre sus garras…
¿Ha
de ser así?... ¡No me parece un milagro la muerte!, pero al morir un inocente,
otro sobrevive, más no me gusta el dolor, pero está en cada átomo creado, por
donde mires.
Seguí
buscando un milagro, y al ver tus azules ojos, esa sonrisa, como si naciera un
manantial en la montaña de mis pechos, un rubor me convirtió en rosa, a pesar
del invierno, deseando mis labios un beso, mordida en tu boca, aniquilada en
tus brazos.
¿Eres
ese milagro que estaba en cada estrella buscada?
Un
pequeño cucarachero, busca un poco de consuelo pasando de rama en rama…
¡Qué
semillas brillantes guardas en pequeño nido!
Casi
escucho un sonar dentro de su cápsula y un dorado pico asoma,
diciendo
las primeras letras que su madre enternecida escucha…
¿Qué
milagro busco?... ¡¡en dónde estás milagro!!
Eres
tal vez una hormiga que corre con tan inmenso peso, pero desvío el rostro, si
veo apuradas nubes con sus pesadas lágrimas…
El
sol de hoy está oculto, alumbra otras montañas, el rocío no dejaba brotar
flores, y su tibieza se convirtió en
humos que volaban y se entregaban al cielo.
No
hay milagros… ¡no existen!… No habitan ningún planeta ni se ocultan en las
estrellas, ni en las aves viajeras que retornan a buscar plumas de colores, ni
en el mar suplicante, ni en río amante de las faldas de las mujeres de trajes
verdes y rojos, cargadas de rocas y espinos...
El
milagro soy yo, puedo respirar de la vida, abrir caminos en las montañas y
buscar un espacio para entregarme al reposo…
Brotan
orquídeas rojas, se hacen cariños con las bromelias, se antojan de sonares de
ranas y grillos verdes, en tanto una luciérnaga alumbra las oscuridades, y
muere una cigarra de tanto llorar amores.
¡Qué
bonitos tienes los labios!
Me
gusta el milagro de tus ojos,
se
llenan de los trigales de los míos
y
junto mis pechos para besarte,
quedando
prendida de tu boca,
de
ese panal rico en mieles,
con
el encanto del amor que no hiere;
siendo
tu piel, el milagro,
¡por
donde se esfuman mis penas!
Raquel
Rueda Bohórquez
Barranquilla,
octubre 4/13
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