GRACIAS
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Gracias
por tu insulto, porque gracias a él me di cuenta de lo frágiles y volubles que
somos, pero también me di cuenta, que no alberga odio mi corazón, y esto fue lo
mejor de todo.
Gracias
ya que pude descubrir al ser humano en
la cumbre y el piso, y me di cuenta que ante la muerte, todos nos igualamos, y
ante el dolor somos amigos.
Si,
miles de gracias, porque aprendí que es mejor ser humilde que arrogante, pues si
te elevas demasiado, te puedes golpear fuerte en la caída, en cambio, si te
haces pequeño, aun cuando grande, no habrá golpe ni dolor.
Gracias
a los odios ajenos, a las críticas de cada día, a la cizaña sembrada en mi
camino, a todas esas caídas, ya que la providencia siempre estuvo ahí, como una
luz brillante en medio de mi propia oscuridad.
Es
así como crecemos, es así como nos levantamos en medio de la hediondez de
nuestro propio lago, y es así como flor de loto abre sus pétalos a un día
nuevo, y el colibrí de paso regala un beso, y ella le recompensa con la miel de
su interior.
Gracias
a ti por el amor que proclamé sin ser correspondida, pues gracias a ello, me di
cuenta que podría ver un poco más allá, hacia ese norte donde unos ojos nos
detallan y nos miman, y en cada jardín
nos deja un verso en una flor.
Gracias
por escupir a mi rostro, fue duro al principio, pero me pude limpiar, y aquí
estoy, con el mismo Dios como testigo, y la misma luna alcahuete, que me
persigue en las noches, si pienso en mi verdadero amor.
Raquel
Rueda Bohórquez
Barranquilla,
octubre 25/13
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