Freddy con mi madre.
AÑORANZAS
[29]
Y
el patio, el pequeño radio y la monja bogotana regalando versos y poemas,
mientras te veía pasar cuentas y cuentas,
viendo hacia el cielo, contando ovejas negras y blancas que parecían caminar,
con la tranquilidad del Pastor a su lado.
Ahora,
pasa el tiempo y no te veo, mi niña vieja, de espalda cansada, tan agotada del
invierno de tus ojos, tan pasitos de niña que al doblar de las rodillas ante el
sol mañanero, casi que amanecida de rosarios, con ese olor añejo, que ya
sucumbía de tus entrañas, mi dulce amor, con tu olor perfumado y el desparpajo
de las fragancias, tiñendo de rojo la vida…
Así
te recuerdo, blanca cabellera, tan
brillante como la luz de tus encendidas velas, virgencita bonita, tan azules
tus ojos, tan bella tu boca pintada de rosa… y yo… de espaldas a tus ruegos,
tan ajena a tus oraciones, viviendo de mis soledades y cansancios, terminándote
de agotar con mis penas, y consumiéndome sobre una silla, escribiendo poemas
que no alcancé a leerte…
Ahora
todo me sabe a ti, todo tiene tu olor a hierbabuena, a plantas húmedas donde las margaritas tenían tu voz y
los gladiolos se confundían en sus matices suaves, y las rosas gigantes
dedicadas a María desde el mismo altar, donde florecían.
Así
era tu amor, así fueron las espinas clavadas en tus manos, y las llagas que de
a poco me dejaron sin tu presencia.
Mamita
bonita… mi viejita con piel lozana de quinceañera, ¡si a devolver el tiempo yo
pudiera!… si en tu regazo abrigado como en otros tiempos, viendo mariposas de
colores, entregadas entre las ramas, amando el perfume de cada flor del campo
como tú, mi soberano regalo bajado del cielo en forma de madre, tan dulce la
miel angelita, tan parecidas a ti las abejas luchadoras de ese viejo panal de
la vida…
Ojos
de vidrieras verdes, donde las gotas de rocío bajan aprisa, ahí el dolor se
acuña y se queda para siempre, como un mástil clavado en el corazón, donde
temprano buscaste un alar bajo la sombra de un roble, lleno de flores doradas,
tan de hojas verdes renovadas en ese paraíso, y el sol era el motivo de tus labios,
bendecir la vida con tu magnífica oración al despuntar la mañana, en tanto
declamabas con el sinsonte un verso, implorando luz en las miradas, y bondad en
los corazones…
Y
heme aquí de nuevo, soy la vieja llorona que te espera en el mismo aposento
oscuro, no me dejaron tu camita de madera, ni la mesa pequeña donde tu amor
estaba… y un oscuro nicho, tan falto de ti, con tu ventana solitaria viendo
hacia mi propia sombra, y arriba de todo, también admiro tu presencia, una mano
silenciosa toma la mía en mis noches sombrías, me acuno como ayer sobre tu hombro tibio, para
buscar el consuelo más divino, y dejar entre tu pecho mis lágrimas viejas, para
ser sonrisa contigo, y en vez de llorar, reír más, cuando vea partir de a poco cada barca
llena con sus flores recogidas en el camino, mientras continúo buscando
violetas pequeñas, y aves voladoras, siendo la soñadora de siempre.
Y
se añora el tinto caliente, el chocolate espeso con ese sabor a madre, se
extraña el ruido y el cantar de los mirlos, el olor a ti, ese aroma que tiene sabor a
tibieza, a ese entrañable amor que se
quedó por siempre por aquí.
Raquel
Rueda Bohórquez
Barranquilla,
octubre 22/13
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