En el muelle de Puerto Colombia con mi madre.
EN PUERTO COLOMBIA CON MAMI [17]
Ese
día mar estaba negro, no fue su felicidad verlo tan embravecido, su piel pálida
y una media sonrisa, nos alejamos de allí hasta el parque, la historia de Puerto
Colombia de a poco desaparece, todo se lo ha llevado el enojo de las aguas
oscuras y el abandono, pero quedarán
muchas letras para el recuerdo.
No
hubo pereza para amar, amó con tal intensidad, regaló todo lo que había en su
corazón, sin negar las perlas de sus ojos, las joyas de sus manos, acariciando
a todos por igual, abrazando y bendiciendo cada lluvia, cada joven que pasaba
por su lado, cada enfermo y dolido.
Siento
orgullo de ser su hija, mi poeta madre tan hermosa, tan dama siempre, tan
bondadosa y humilde, que en su corazón no tuvo cabida el orgullo, no era amante
de las joyas ni las vanidades, sino de la oración, y ahí, en las perlas de
madera que pasaban por sus dedos, estaba la vida de muchos seres por quienes
ella rogaba día a día a un Dios invisible, pero palpable en cada suspiro, y en
cada promesa de un amanecer.
Cada
mes te recordamos, cada día, cada segundo, porque nos regalaste la vida y somos
parte de ti y de ese legado que has dejado, para que aprendamos a ser madres,
hermanos y amigos, de lo cual fuiste en abundancia, y tu ejemplo tendremos que
copiar, aprendiendo a doblar las rodillas, a ser agradecidos por los caldos vírgenes adobados
con cilantro y sal.
Raquel
Rueda Bohórquez
Barranquilla, 29 octubre/13
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