EL
SERBIO 7 [42]
Para
sorpresa de todos, aparece la abuela del Serbio, muy elegante, pero no se dejó
quitar el sombrero viejo y sobre él le chantaron el tocado, llamaba al
antioqueño para que la ayudara, él estaba arrinconado, muy enojado porque se le
habían perdido los documentos, y por supuesto, sabía que la abuela los había
tomado en un descuido.
Estando
en escena la tía Dora, dijo que a ella no la pondrían de burlesco, me puse a
buscar burlesco en el diccionario y parece que existe esa palabra, me dijo que
dejara la bigüelería, pero tampoco sabía eso que significaba, parece que era
vihuelería de vihuela, al rato le dio un mareo, dijo que se quería morir, y
como toda una diva que soy, me fui para el patio (en la barca había
patio), a recoger el oro que el Serbio
había lanzado desde el avión, para mi familia.
Fue
un día de recibir y recibir gente, llegaron en una canoa que hizo traspaso a la
barca, así de fácil, eso es lo bueno de las telebobelas porque todo es posible.
De
Francia llegaron las flores, porque todo lo que viene de Francia es bueno, y
aquí no faltaría nada de allá, mi amigo Domenico invitado de honor, mis
compadres mexicanos Yabel y Benjamín, y así uno a uno se fueron haciendo al
puesto, y un poco liberados del estrés,
se reunieron para variar, a echar cuentos verdes, y salir de la rutina de
poesía que ya estaba un poco aburridora.
El
antioqueño estaba en un rincón revisando la billetera, tenía cara de militar
con diarrea y movía las manos frenéticamente, mientras la abuela lo miraba de
soslayo con una sonrisa burlona, estaba un poco descuidado en sus labores, tal
vez había perdido la lista de teléfonos de sus amiguitas, y el celular se le
había embolatado entre tanto ruido.
Los
padrinos llegaron haciendo mucha bulla, a ésta hora del paseo no podía
retractarme y el matrimonio era un hecho, tendría que olvidar mi pasado, para
iniciar una nueva vida que prometía, al lado de semejante macho que el destino
me había puesto en bandeja de plata, y además con dinero, culto, suave… a mí
poco me importaba el dinero, pero si tenía pues no era malo, finalmente ya
había llevado mucho del bulto y ya estaba bueno.
Alguien
leía un poema de los que compuse para mi amor,
y todos guardaron silencio…
PARA
MI AMOR
Estaba
lista para morder la fruta
Un
antojo viejo de labios
De
la seda de una piel desconocida
Del
duro que se escondía en algún sitio
Unido
al compás de su cintura...
Estaba
preparada para él
Sin
más atoro que mis ganas
Sin
más impaciencia que un perfume
Donde
las pocas fragancias de mi cuerpo
Eran
de voz impronunciable, y de suspiros...
Sabía
que era la torre buscada
Era
ese sueño que se atoraba en las estrellas
El
pasar de saliva cuando veía su imagen
Ese
retrato de mentiras en mi blanca pared
Y
éste agudo dolor de versos idos.
Pero
me antojé...
Su
espada estaba en mí
El
temblor de siempre se apagó con un gemido
Las
marionetas de la noche se escondieron;
Cuando
luciérnagas, temblaban a mi oído.
El
Serbio lo sabía,
Que
un amor como el mío era imposible
Ninguna
mujer ni en éste, ni otro estado,
Así
las tuviera todas a sus pies...
Pero
conmigo,
Había
encontrado algo más que alivio,
La
paz de unas manos como palomas
Que
se deslizaban sin miedo por su ombligo
Y
saboreaban toda la miel,
Que
el engaño había consumido.
El
antioqueño se levantó y aplaudió por largo tiempo.
Serbio
pidió en el salón, que recortara mi cabello como en mi juventud, y decidieron
pintarlo de negro, dizque para que pareciera más joven, pero su respuesta me
dejó sin aliento, quedé como coroncoro en una roca, y no quise desprenderme
más, su perfume... ¡su perfume!... olía a hierba fresca, a rosal, a lavandas...
a pino silvestre...
Lo
cierto fue que después de un vértigo, caí entre sus brazos, para morir en la
fuente de su exquisita boca, que tenía sabor a vino seco... a poema sin
escribir, a temblor de piernas...
La
ceremonia era un hecho y tendría el final feliz que siempre había esperado,
pero no confiaría mucho, siempre cuando una telebobela se pone buena, llega la
malvada y daña todo, ésta vez sería diferente, porque la dejaría en 10
capítulos nada más…
En
un acto total de amor el Serbio salió a mitad de la barca con un ramo de
orquídeas, pues le dije que rosas rojas no, porque dañarían sus espinas mis
pecositas manos, y él todo divino, sonrió, para aparecer al momento con las
orquídeas de Colombia y estampar el más grandioso beso, que me dejó viendo
estrellitas de colores. Le pedí que no
permitiera el ingreso a los criticones, y en la puerta dejamos a la abuela
vigilante...
Todo
era cuestión de 3 capítulos más, y sería una luna de miel inolvidable sin
testigos, los dos solitos en nuestro camarote nupcial doble, música increíble y
el resto… todo ese cúmulo de pasión guardado para un instante tan especial y único,
la conjugación del verbo y la carne… sin pedos, sin botas con pecueca, sin el
olor del patio con los 13 perros… y sin esos ladridos y garrapatas que a veces
nos hacían tediosa la vida, ¡ah!, y los
más hermoso de todo… sin cocina, pues me había dicho que todos mis deseos se
habían cumplido, y había eliminado la cocina de nuestra mansión, pues a unos
pasos de ahí, había un bosque con un elegante hotel.
Raquel
Rueda Bohórquez
Barranquilla, octubre 22/13
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