lunes, 21 de octubre de 2013

CUANDO ERAN NIÑAS [43]

CUANDO ERAN NIÑAS [43]

Cuando eran niñas mis hijas, su desnudez inspiraba ternura, y ahora que son unas jovencitas, su desnudez me causa angustia, ¿será que soy una madre loca?, pero mis niñas, mis flores, no quiero que nadie me las pisotee, pues sería como lanzar mis azahares  a los cerdos, y quiero para ellas un hombre que las ame y valore, que nadie las abuse y las tire al fuego porque son mis tesoros amados, eso le pido a Dios y mis pensamientos siempre son públicos, aunque para Él, ni el más oscuro pensamiento es invisible.

Ahora las veo correr… tienen mis prisas de ayer que a ningún sitio me llevaron, las mismas ilusiones de amor que tal vez en el camino cambian, los mismos llantos repetidos en otras almohadas, y ese deseo de salir adelante, de conseguir un buen empleo, de culminar estudios, pero cada vez más lejano cada sueño,  en un país donde la educación es demasiado costosa para ser una realidad, la vida se nos va en una lucha eterna, y ellos terminan endeudados con algo que debe ser financiado por el gobierno, con las facilidades reales, para que los jóvenes puedan cumplir sus metas.

Mis hijas, mi muchacho, cada día viene una angustia nueva, ayer sus amigos entregados al vicio, ahora, tropezando una y otra vez contra la misma roca, me dan pesar los chicos, pero más dolor me causa éste luchar tan enorme para que ellos sean personas de bien, y en el camino el demonio los cerque, disfrazado de amigos que a la larga son gente entrenada por los “malditos” que viven dañando a los jóvenes, y ellos como unos pendejos se dejan llevar al cadalso mansamente.

Siempre he deseado cadenas fuertes contra quienes venden drogas y viven del dolor ajeno, no hay angustia peor que la de un padre que se da cuenta que su hijo o hijas están tomando el rumbo equivocado, y que sus amistades falsas sólo vienen a invitarlos a lo indebido, que las patrañas que se inventa una sociedad mezquina y sucia está ahí a la vuelta de la esquina, para dañar a los incautos y corromper a los jóvenes con sexo, licor, drogas y dinero.

No basta con doblar las rodillas, ni con llorar día a día, ni dar buen ejemplo, pues en nuestro hogar levantamos los muros para sacar buenos hijos adelante, pero en la calle los corrompe la putrefacta sociedad que nos acompaña, hambrientos de dinero, insaciables como buitres tras la carroña, y esa carroña es el dulce sabor de la vida de nuestros amados hijos.

Si existen los ángeles, si existe Dios, a ellos les entrego la vida de mis hijos, porque a veces no basta con nuestra labor diaria, ni con nuestros desvelos y esfuerzos para que ellos puedan salir adelante, si las hienas los rodean para dañar sus vidas y ellos se ayudan.

Mi madre nombraba a San Benito, San Judas, San Miguel,  a él, a todos los santos pido ayuda y protección para mis hijos, pues son el único tesoro que poseo, y por ellos si es necesaria mi vida para que puedan surgir, la ofrezco con todo el amor, pero que sean felices sin que  nadie los dañe en el camino.

Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, 21 octubre/13




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