APRENDÍ
[41]
También
aprendí a tomar las rosas por sus espinas,
con
cuidado de no herirme,
para
probar lo dulce de su alma...
Aprendí
del mar,
si
las olas canturrean,
parecieran
meditar sobre las rocas,
si
se agitan
siento
el milagro del miedo y de la angustia...
De
todo un poco,
de
la gente que va y viene con tanta prisa
y
nunca llega al sitio deseado.
Que
por más correr y apresurarnos,
no
llegaremos primero.
Es
la vida una cuesta extraña,
si
llegamos arriba, deseamos bajar,
si
estamos abajo,
queremos
llegar más arriba que los demás.
Es
una escuela mi árbol de mamoncillo,
si
muda sus hojas,
deja
un lecho de vida de ocres colores,
para
abonar un terreno,
y
entre pequeñas flores blancas resucita la vida
junto
a carnosas semillas,
que
se derriten en mis labios.
De
la mirada del sol ardiente y soberano
que
dada le niega a la pradera,
nada
a la belleza del ocaso...
Y
sin embargo,
ajeno
al frío de la tarde, marcha,
para
brillar en otro cielo,
y
pintar otras montañas.
Aprendí
muchas cosas de la vida,
pero
soy una necia también,
empeñada
en buscar locas fantasías
cuando
ya no hay nada por hacer.
Pero
aun así,
la
noche brilla por sus estrellas,
y
el mar por ellas también,
si
un globo se torna de plata en la oscuridad,
es
dorado al amanecer…
Raquel
Rueda Bohórquez
Barranquilla,
octubre 25/13
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