sábado, 12 de octubre de 2013

AROMAS DE OCTUBRE [89]


AROMAS DE OCTUBRE [89]

A pesar de los delirios de anoche, me encapricho de nuevo del aroma de octubre, en medio de la sed del sueño, con escabrosas montañas que nunca terminaba de escalar, mandarinas que nunca alcanzaba, líquido que se alejaba de mí por entre tubos grises, y la sensación de que nunca despertaría, que tal vez estaría calcinada para cuando lo hiciera.

Me sorprendo que abrí de nuevo los ojos,  la danza apenas iniciaba, habían aparecido mis trajes perdidos,  la vida me entregaba de nuevo sus brazos abiertos, un rato más.

Vida mía, amor que te escondes entre los efluvios del bosque, sueño de cometas que se enredan entre las faldas de la montaña, y a mí me dejas viendo cómo se enciende y se apaga la vida en un instante.

Aquí estoy, otro momento, nos tomaremos un chocolate espeso, donde no habrán ausencias del corazón, y cada quien buscará afanoso el disfrute de la vida, con su tiempo, con los perfumes que trae un nuevo mes de lluvias y triunfos aparentes, con los licores y el olor a tabaco, el sexo desmedido, ese sin fin de cosas que nos hace sentir torpes e ignorantes, ante tal sabiduría.

Ayer descubrí que nada estaba bien, el hombre podía desbocarse, abusar, entorpecer sus labios sin creer que existe un Dios quien nos tomará cuentas, que podemos decir y hacer lo que deseemos, finalmente la vida es un sueño donde el pecado no existe, sino en la boca de los viejos, pero los troncos añejos jamás equivocaron su sapiencia.
Ayer el vaho del bosque me hizo perder, siento calor dentro de mí, sensación de una hoguera encendida que no desea apagarse, mis labios parecen surcos resecos, hoy marchará alguien más, no sabemos quién, pero es seguro que correteará buscando el aroma entre las montañas, y se perderá en el infinito, con los ojos cerrados y el alma desnuda.

Me quito las sandalias, quiero danzar un poco, un segundo más...
La vida es maravillosa, a pesar del dolor que se calmará en el instante del retorno a los bálsamos que se conjugan en el bosque, y los ojos se estacionen en la vidriera de un cielo más azul que todos los garzos juntos.

Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, octubre 12/13





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