LA
VOZ DE MARÍA [148]
Quise
escuchar la voz de María
en
mi balcón,
en
donde las palomas anidan cada día.
A
veces un descontento,
pues
todo no es hermoso.
También
comprendo,
que
lo que entra por la boca es bueno,
más
no todo lo que sale de ella.
Busqué
entre las hojas
que
caían de mi árbol hermoso,
quisiera
que permanecieran como un lecho,
pero
se empeña una escoba en barrer
lo
que a otros es inmundo,
pero
que es el abono para la tierra.
La
voz de María, ¿en dónde estás princesa mía?
Me
cansan las oraciones repetidas, es mi vicio desde niña
me
aturden las mismas letras,
pudiendo
encontrar tantas en el camino
y
entonces recurro al cantar de una cigarra...
Va
y viene la voz del cantor,
las
manos tocan sones y aplaudo la obra,
las
flautas hacen resucitar alegrías
y
los tambores palpitar el alma.
Busco
a María entre las flores de un jardín pequeño
y
encuentro a mi anciana madre, con su habitual sonrisa.
Más
una calma, un silencio en reposada silla,
un
movimiento advierto,
¿acaso
no es ella?
Atino
a su alcoba con su olor a hierbas...
Un
menticol, una crema para los dolores,
su
aspirina que adelgazó la sangre, y mitigó las penas,
su
librito negro, su amante consentido...
Pero
María parece oculta entre las flores,
gotas
de rocío, ¿no son las perlas de un rosario?
Un
murmullo extraño, un balbuceo,
y Freddy
salta de nuevo sobre su falda.
Aquí
la encuentro, en los ojos de mi reina,
en
el verde esmeralda de su mirada añeja
en
el vino costoso de su amada vida.
Canta
de nuevo un ave,
¿acaso
no es el sinsonte?
¡Sí,
es él! , quien sobre su hombro
entona
nuevas melodías
y
se confunde entre las luces del monte
elevándose
sobre un inmenso árbol
de
brillos navideños.
Reposa
un rato el ave, viendo al horizonte,
y
en un segundo se pierde,
en
el infinito instante de una mirada,
y
se oculta entre las sombras.
Creí
divisar su presencia, cierto aroma...
A
flor de lis, despierta ante la aurora.
Como
si las flores todas se conjugaran en un verbo,
la
descubrí, al invocarle a solas...
Entre
una luz, apacible y mágica,
entre
violetas descarnados y divinos
una
sombra de luces,
mi
reina envuelta entre sábanas perladas
aferrada
de su mano, vi a María,
y
el perfume de sus flores, delataba,
que
su voz palpitaba entre los huertos,
y
susurraba en el aire melodías.
Raquel
Rueda Bohórquez
Barranquilla,
septiembre 1/13
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