LA MÚSICA [141]
La música tiene poder, limpia el aura, ¿quién
es tan puro como el agua que brota de un manantial?, ni un bebé, pues al nacer
lo corrompe la podredumbre del espacio, pero al escuchar una melodía nos
convertimos en ángeles, con los ojos cerrados, y olvidamos las malas brisas de
cualquier abril, para buscar en el infinito la voz de los cantores de la noche,
y el brillo mágico de las estrellas que nos invitan al silencio...
Un hermoso día para todos, para ti también, no
puedo odiarte más de lo que te quiero, ni puedo quererte más de lo que me
odias, pero continúo navegando con mis letras, hasta donde el viento lo
permita.
¿No es finalmente el aire nuestro dueño?...
Nacemos por un hálito, permanecemos por él, y en cualquier instante ese aliento
final, como un gran suspiro, se adueña de todo, y el alma es de su posesión,
para quedar vacíos y yertos, viendo hacia la nada.
¡Tan lindo éste día!, ¡maravilloso!, quisiera besarte,
abrazarte, y decirte: perdón si te ofendí, perdóname si lo hice, pero no quiero
guardar odio en mi corazón, sólo reír por todo y nada de la vida, del
maravilloso momento que es ahora...
Y te quiero... a ti, Señor transparente, eres
ese suspiro primero del día y el último cuando deba marchar... Eres la
permanente lluvia de mis ojos, mi angustia, mi dolor, mi fe, mi esperanza toda,
que sin ser una santa, puedo doblar el cuello para regalar un beso o tomar una
flor, y agradecerte una vez más por estar aquí, y recibir cada día lo que sea
tu voluntad.
Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, septiembre 2/13
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