lunes, 2 de septiembre de 2013

ENTRE CARDOS Y ROSAS [142]


ENTRE CARDOS Y ROSAS [142]

Lo sabía,
que cada espina haría brotar una flor
y en cada filo de navaja estaría un hombre
al gotear de la lluvia espesa y roja,
al caer de los pétalos...

Lo sabía,
que ya no estaba ni estabas...
Que nada pasaría a la rosa, a pesar de las espinas
y que los cardos tenían la misión sumisa de estar,
si a pleno sol, a pesar de los vendavales de la vida,
sus flores radiantes mirarían un ocaso...

Descubrí un colibrí vestido de galas,
un color mágico que en mi mente danza
y con ese vuelo que me trajo el destino, me cubro,
se ahonda en el mar de mis silencios la vida
y simplemente callo.

Un nido,
una esperanza entre perlas blancas
y en medio de tanta espina y daga anidaron.

En medio de tanto dolor,
surgió entre las sombras
el brillo de un pico abierto,
donde los encendidos colores
avistaban un regalo del cielo
para su descanso.

Y ahora, lo sé también,
descubro que nada pasa porque si,
una misión tenemos en el instante de los rayos,
un trabajo al momento de la lluvia,
una oración al caer la tarde,
al sonar triste de campanas.

Sin voltear atrás, un paso sigue al otro.
Nada queda rezagado, todo debía pasar,
estaba escrito en el gran libro, /el de la niña de ayer
que volaría mi águila cuando dormía,
y mi pequeño gorrión pintaría de púrpura sus alas
para renovarse en otro cielo,
en otro espacio más azul.

Raquel Rueda Bohórquez

Barranquilla, septiembre 1/13

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