EN VUELO 2 [1]
Descubrí la voz del viento, a pesar de que
nadie me enseñó, planeé con mis alas extendidas y volé tan alto, que nunca más me estrellé…
Alguna vez, por aquéllas cosas de la vida
contigo tropecé,
armé sobre frondosas ramas, entre pequeños
hilos de plata, y bordados con esmero con ramitos de azahar y desechos de la
selva, un enorme nido, donde los vimos crecer y llorar.
La descubrí cierta mañana, agónicos dolores en
mi vientre, una espada con doble filo, garras en la oscuridad, y a pesar de mi
fuerza aparente, tuve que esconderme de nuevo de la gente, para que no me
volvieran a dañar.
Mudé mi traje interior, y el exterior lo dejé
al tiempo, para que mis garras se afilaran una vez más y tuviera brillo en mis
alas, y se renovara en mi pico un cantar.
Estrellada la noche, con ese inmenso globo
dorado, antojado de bosques y almas tristes, ensombrecida a ratos, como una
solitaria mujer que espera a su amante sol, y al acercarse la noche lo ve
desaparecer, estuve anhelando el viaje de la cigarra, que ha entregado todo,
sin nada merecer.
¡Bendito tiempo el que estuve contigo!, bonita
lluvia de luceros, de ojos encendidos, bella razón para continuar, más el
viento adverso, las espadas de doble filo, las mariposas de colores que se
quitaban el traje para mostrar las flaquezas de sus vidas, poco a poco
ahuyentaron el amor que tenía, y me acerqué a ese precipicio con las rodillas
dobladas, con el alma entretenida en oscuros pensamientos, para que la voz del viento
susurrara versos, y con ellos me entretuve.
Ha pasado el tiempo… ¡soy el águila libre de
los vientos!
No espero llamado alguno, ya es tarde, se
termina un ciclo.
En vuelo, con mis ojos avizorando ese lejano
espacio donde las estrellas se acompañan del inmenso azul, busco para mañana,
si lo encuentro, ese ropaje sobre mis alas, para descansar al fin.
Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, septiembre 27/13
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