domingo, 22 de septiembre de 2013

AQUÍ [43]

AQUÍ [43]

Cerca de ti  y apartada del ruido, las gallinas tienen nombre, y el caldo con pedazos de sol, se reparte entre todos, quedan los rostros contentos y el corazón se conmueve ante el brote de una flor, aunque hubiese miles.

Es mi casa de campo, donde florecen los árboles cerca de la cocina, y se muele el maíz para fabricar sueños, y chicha, para vencernos con los cachetes rojos en cualquier esquina.

Se recogen trozos de madera que el árbol desecha, y con ellas se conserva el calor del hogar, siempre con una sonrisa en los labios y un brillo inigualable en los ojos.

Hablé cierto día, y entre todos estaban ellos, fue tan poco el sueño, que la parcela pasó a manos ajenas, en donde solo importa la boñiga del ganado cebado, y sembrar pollos para la cazuela.

El olor del bosque se consume,  se fabrica vida para dar muerte, casi tan pronto, tan veloz como un suspiro apiñado entre el calor y el estiércol, casi que alimentados con sus mismos desechos, y esa labor del campo tan bonita, pareciera irse extinguiendo.

Levanta las manos mi abuela, con su llamado entre susurros de amores, y todas sus caricaticas atienden por su nombre, todos los colores, entre plumas que se agitan con el viento, parecieran adorar la vida, sin más sueño que corretear a los grillos y hacer el bosque pequeño.

Escucho balar una oveja, un chivo corretea a un perro, un pavo ha sido enseñado a jugar con los niños, y todos corremos ante sus alas abiertas.

¡Dulce y encantador bosque!, ¿me regalarás al fin un poco de tu huerto?
Cultivaré begonias y margaritas para recordarla, la planta de guacas para volver picantes los alimentos y dar ese sabor inigualable a las sopas de maíz.

¿Podré llevar un café caliente a quien pase por ahí?, ¿o seguiré bajo mi árbol, el mamoncillo que creció conmigo a la fuerza, y me acompaña un rato más a subir la cuesta?

¡Dame las alpargatas que están bajo la cama!, también el poncho y un azadón, antes de la revuelta, ¡déjame luchar por lo que amo!,  sembrar nuevos bosques, pintar de colores mi huerta, que combine con todos los árboles y ramas, sin convertir la vida en maleza, para matar con sus venenos.

Aquí en medio del bosque, he soñado tomada de tu mano, pueden ser azules las perlas o negras como venado, o tal vez una espiga dorada como el sol me quite el sueño, o un poco de miel bebida de tus labios me desvanezca.
Y entretenida, vago esperando por ti para calzarme unos zapatos livianos y adornar mi cuello con semillas de colores, si un rosario de aves veo surcar el cielo, y mi sueño dibuje con tus azahares.

Será mi huerto tu pecho, será mi fronda tus ojos, será el bosque tus besos, será al fin la vida, ¡cantares!...

Raquel Rueda Bohórquez

Barranquilla, septiembre 22/13 

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