LA ISLA [83]
Acabo de arribar a nuestra isla,
te lo dije una vez, ¡era verdad!,
bordeada de mar, y entretejida en caracolas.
Me recosté a esperar entre blancos arenales
¡tan desnudo como la brisa!, ¡tan limpio tu
rostro!,
y fueron tus ojos en los míos /locura
exquisita
que ahondar en mi corazón no pudo
y cerré los ojos, en espera de tu boca.
Vi jugar las olas entre blanca espuma;
ibas y venías con ellas, como un corcel negro,
todo era tierno, la piel, los ojos, los
cabellos;
y en esa bella juventud plena en pasiones y
ardores,
me dejé enloquecer por tus manos;
mi corazón padecía cerca del tuyo
enredándome entre el paisaje
y flores multicolores.
¡Potro salvaje, corre que te alcanzo!
Mi negro alazán de piel brillante,
verde intenso en la llanura,
rojos encendidos danzan,
y en éste corretear del tiempo
me di cuenta de mi cabellera blanca.
¡Más no importa!… tanto corrí, que al fin
agitada y agotada de amarte,
encontré de nuevo, sobre la inmensa roca,
una isla solitaria, un escarpado…
Tu boca suspirando versos en la mía
y mis manos, desvistiendo sueños,
en pálidas letras sobre una lápida.
Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, agosto 14/13
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