VIENDO A TU
SOL [85]
Estaba
impaciente por una mirada tuya, ¿será que te has dado cuenta que mi alma vuela
a ritmo acelerado, porque el tiempo se agota en mi portal?
¡Te he mirado
tantas veces!, he leído cada una de tus
letras, he visto cómo las gaviotas hablan contigo cada atardecer, sobre las
rocas una y otra vez, a tientas con tus manos bien abiertas y llenas de ricuras
para ellas, te paseas, detallando cada brillo del sol, y lo tomas en tus manos,
te llenas de esa luz necesaria, buscando
lo mismo que yo.
Es el amor tan
misterioso, que penetra por el lado más oscuro, para quedarse viendo estrellas
en los ojos y formando misterios en los dedos.
Te veo de
allá, para otro poco correr y perseguir una luna que se aleja entre el ruido de
la noche, y se oculta en los amaneceres, y te descubro, si crees verla aparecer
de nuevo, de señora galana, adornada de luceros.
Espero me veas
ahí, como lo hago cada día. Descubro un artesano escondido entre tus manos, y
un hombre que se desnuda bajo la lluvia, para abrazar esa estrella que se parece
a mí.
¡Qué bello
eres! Te escogí porque siento un impulso
incorregible de contar lo que mi corazón siente, a través de las palabras.
Tienes una
boca que invita a tomar vino y emborracharme en ella, tienes una piel donde el
sol se acostumbró, y tienes… ¡oh amor!, tienes ese encanto que a toda mujer
enamora, ese aire de niño grande y silencioso que se esconde tras las olas,
para buscar un detalle entre las ostras y abrir los brazos para volar, como
también deseo hacerlo, pero junto a ti.
¿Y acaso importa
lo que el mundo diga?...
¿He vivido acaso, la vida de otros?
Ya no hay
caso, quiero un pedazo de estrella, al menos un poco de su brillo entre mis
manos, y que ese brillo esté tan cerca de tu sol como del mío.
Raquel Rueda
Bohórquez
Barranquilla,
julio 17/13
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