LA
BARCA [87]
Se
fue la barca con muchos sueños dentro de ella, es una mala costumbre siempre hablar de sueños... tal vez ni eso
exista, y seamos una película en negro y blanco.
Puede
ser que ni la vida exista, y estemos dormidos soñando que vivimos.
Me
gusta sentir a mis cachorros sobre mis pies, cada uno busca un espacio de
tibieza, sus pequeños corazones se
abandonan ahí, como diciendo: -¡No te asustes, aquí estamos para protegerte, no
te irás a ningún sitio sin nosotros, daremos nuestra vida por la tuya!
En
medio de todo, quiero descansar un rato, unos vienen y van como las olas,
parecen almas tristes que vagan por entre las aguas y se elevan, para
desaparecer besando la playa. Otros marchan para siempre ante nuestra mirada
impotente, porque la vida no es nuestra, es de ese viejo loco de barbas largas
que pintan en los libros, o tal vez le pertenezca a la fuerza del mar, al
bullicio de la brisa, y esas voces sean las de miles que se han ido antes que
nosotros.
Y
no me entretengo en eso, dejo que mi viejo loco me hable, lo dejo escribir,
permito que marche la barca con todos, y
que se estrelle un poco más adelante con los Curujúes y se los coman los
tiburones, al fin descansarán de esa carrera loca que a ningún sitio conduce, y
a ratos, nos eleva como palmeras mecidas por la brisa, cantando leves melodías
a los amantes, que van de paso entre sus ramas.
Me
voy a dormir, espero que llegues a mi orilla cuando cierre los ojos, deseo que
abras los brazos y nos elevemos por encima de todo, ¡y volemos tanto!, que
terminemos enredados en nuestras alas y anidemos en cualquier balcón, enamorados.
Raquel
Rueda Bohórquez
Barranquilla,
julio 17/13
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