HABLANDO
CON MIS HIJAS [166]
Alguna
vez le conté a mis hijas
que
también tuve muchos sueños.
Fui
danzante sobre un tablao,
con
zapatos rojos
y vestido
de tul y seda...
Divulgué
de noches muy oscuras,
de
manos arrugadas y severas,
de
ojos vidriosos y malvados
ocultos
tras las higueras
de
mis pesadillas y desvelos.
Una
vez me enamoré de un lucero,
se
perdió en una tarde de primavera,
y
en sus ojos volaban mis sueños
quedando
un hilo de cometa en el cielo.
Hablé
con mis hijas sobre la desnudez del alma,
la
verdad que debe estar por encima de todo,
la
franqueza que debe asistir nuestra vida
con
ella de bandera.
Divulgué
secretos de los lirios del valle.
Conté
que el hombre poco ama...
…sólo
siente lo que hay en medio de sus piernas,
se
levanta como un toro bravo
y
no se agota, busca de nuevo...
No
hay señor en la soledad
ni
caballero ante la desnudez,
ni
valor ante la ebriedad,
pero
nada vale hablar, nada confesar,
de
nada sirve contar.
Dije
de las rabias y las iras,
que
todo viene y va,
y
asumimos las consecuencias.
Que
un perfume atrae a los colibríes
y
de la miel fácil se nutren,
para
después continuar su errante viaje
probando
de cada flor en el camino.
En
esto me entretuve un rato...
¡Toma
Verónica el vestido de seda azul!
¡Cúbrete
Carolina!
Veremos
de qué color está la alborada
Asistiremos
a una fiesta en el jardín:
¿Sería
que brotaron los gajos que sembré?
¿Las
gardenias que con tanto amor cultivé
con
trozos de mi carne y retazos de corazón?
Raquel
Rueda Bohórquez
Barranquilla,
julio 4/13
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