martes, 4 de junio de 2013

EL RUEDO (150)

EL RUEDO [150]

Abre una pequeña puerta para que entre,
más al continuar con mi fuerza y valentía,
/sus gritos son elegías a la muerte.

Escucho  entre la multitud sus carcajadas,
el licor  emborracha y envenena sus almas
y elevan sus copas, muestran su  interior
mientras estoy a merced de sus espadas.

¡No huyas cobarde!...
Me has arrinconado y no tengo a donde ir,
clavas una y otra vez tu daga sobre mi lomo,
ríes del color pálido de mi vida.
Parezco manantial enrojecido
dejando níveos amaneceres en mis ojos
donde no aparecerás.

Tus brillos enceguecen mi alma y trato de danzar.
Bramo con un desgarrador mugir que viene de arriba
y ante mi furor, levantas tu espada de nuevo,
tu lengua pervierte mi desnudez
y se aniquila mi voz.

Mis ojos no sangran perlas de sal.
Mi boca es una mueca silenciosa,
mis heridas quedaron abiertas para todos.

Escucho sus voces arrogantes y sus risas malévolas.
Felices quedaron al dejar mi vida expuesta,
y mi voz enmudecida.

He pagado mi culpa por amar.
Mis praderas ya no son verdes.
Perdido estoy entre azules y celestes;
los blancos me pertenecen y soy parte de la aurora.
El dolor… ¿existe el dolor aquí?...

Coloca mi cabeza de adorno,
ríe a carcajadas por el ardor causado.
Serás el Quijote de tu propia historia
valiente loco que de mi agonía vives,
y de las rosas rojas de mi sangre te ufanas.

Queda entre las rocas del bosque mi alegría,
los suspiros de un amor que danza risas locas.

Huyo hacia los cerros donde anida el águila
y me dejo llevar de su cayado, mansamente…

Raquel Rueda Bohórquez  

Barranquilla, junio 4/13

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