domingo, 19 de mayo de 2013

ZAPATOCA QUE SE RESPETE (63)

ZAPATOCA QUE SE RESPETE (63)


Bueno tocó. A mi padre le disgustaba que yo dijera que él no era "palo blanco", sino que veníamos de los "pepihiguirillo", pero me enteré por mi tía Tulia, que descendemos también de los "ranas" o "ruanos"; si él estuviera aquí, imagino que estaría atacado de risa, pues nadie niega las pecas, que también se pasan de generación en generación, ni tantas cabelleras rojas ni ojos azules y verdes.


En Zapatoca por haber tantos apellidos repetidos, cruces entre familias, aunque imagino que eso ha cambiado ahora; para poder distinguir a una familia Rueda, de otra, se inventaron los apodos, y mi pueblo hermoso se distingue de todos los pueblos de Colombia por ésta pequeña y graciosa frase:  "Zapatoca que se respete, lleva con cariño un remoquete", y nadie se disgusta por esto, pues es parte de nuestra cultura.

Hay unos apodos tan graciosos, pero nadie distinguiría una familia sino es por ellos.
Tenemos fama de tacaños, una fama que poco veo en mis paisanos, ya que somos personas generosas, sólo que nos gusta ahorrar, no todo es para vanidades, pensamos en el futuro, pero en este futuro se quedaron los ahorros de muchos de mis paisanos, en una historia dolorosa donde alguien decidió hurtar su dinero y volar con los sueños de tantos seres humanos bondadosos. Esos pesitos para la vejez, con toda una vida de sacrificios y sudores, a muchas personas que confiaron en una empresa, en un  ser engañoso, en un banco; esas tristezas llevaron a la tumba a muchos de ellos, en un relato de vergüenza y dolor, y todos saben a lo que me refiero. 


Los centavitos siempre se apartaban, porque metódicos en sus gastos, honestos y francos, de palabra y rodillas dobladas, eso es lo que viví en Zapatoca, gente trabajadora, fiel y sencilla, lo negativo es tan poco que no vale la pena decirlo, con un ancianato que me atrevo a decir que es de los mejores del mundo, /y no se me llena la boca, es la realidad, un parque donde los abuelos reciben amor en abundancia y que se sostiene gracias a la generosidad de miles de paisanos ricos y pobres que están regados por el mundo, demostrando que de tacaños no tenemos nada.


Nacer en Zapatoca fue lo más hermoso que me pudo pasar, y mis raíces vienen de mi Cacique Guanentá, los Guanes, una historia hermosa que nunca me cansaré de repetir.

Los historiadores de mi pueblo nos tienen bellos documentales que vale la pena ver, amañados con café caliente, con guarapo de caña, hormigas culonas, solteras de donde la mona, dulces, frutas, y rostros de campesinos humildes que se roban el corazón de quien visite mi tierra.

Se sabe de hombres que buscan esposas, mujeres leales y fieles, y en sus mentes está pasar por "Zapatoca", por si alguna dama soltera de allá acepta sus amores, será ganancia anticipada, pues son mujeres de calidad superior, como nuestro café y esmeraldas.

Hoy amanecí recordando campanas para ir a misa, de a poco olvidamos las costumbres, pero le diría a mi padre: "de que somos ranas y pepiguirillos, nadie lo puede negar, desde que nací, a los Rueda de mi padre, nos llaman Rueda Paloblanco, por la finca del abuelo que tenía éste nombre, todos los apellidos en mi pueblo tienen remoquete y lo llevamos con honor”.

No puede dejar de doler “La Cacica”, esa hermosa finca que fue de mi padre y que por buscar otros horizontes decidió dejarla en manos de mi padrino, es una pena que no quedó en la familia, y ahora dicen que vale tanto, que sólo ganándome un baloto la podría comprar. 

Allá se quedaron los recuerdos más bellos de mi niñez, el caney, los colibríes, los huevos de guañúz, los sinsontes y toches, las palomas, las corales, el cementerio de los indígenas, los besos y abrazos de mis padres abuelos y tíos.


Tal vez cuando vaya me dejen entrar y pasear por ahí, recordando un temblor terrible que abrió la tierra, y las manos de alguien que me salvaron la vida, y ese árbol en mitad del patio, siempre lleno de flores rosadas y perfumadas, ¡qué divino fue vivir esos momentos, y que duro es recordarlos!, pero mi madre me contó que las manos que salvaron mi vida fueron las de mi querida madrina, ese día estaban de visita, eran recibidos como reyes. 

Para hoy, un abrazo, el canario de mi vecino desde muy temprano cantando, ¡pobre pajarito tan enjaulado, y yo aquí penando!


Y no es mentira lo que dice mi amigo Chepe, se me acaba de quemar el agua, pues paso todo el día sentada en el computador, /será en la silla, el resto de trabajo lo hacen las “santas ánimas benditas del purgatorio”.

Otra cosita, las Zapatoca de ahora no sé cómo sean, lo cierto es que ya no somos tan juiciosas, pues el Internet nos abrió los ojos…

Raquel Rueda Bohórquez

Barranquilla, mayo 19/13 



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