EL GALLO DE PEDRO (46)
Ayer subió a la copa del árbol, le gustaba desde
allá ver todo, aunque las montañas estaban lejanas, pero podía detallar el
cielo y las estrellas.
Antes de dormir invitó a sus nuevas esposas a su habitación, mientras él decidió ocupar ese sitio de siempre, tal vez desde allá su esposa lo viera, o esa estrella más brillante fuera ella.
Antes de dormir invitó a sus nuevas esposas a su habitación, mientras él decidió ocupar ese sitio de siempre, tal vez desde allá su esposa lo viera, o esa estrella más brillante fuera ella.
Agradeció por el hecho de existir, de que alguien le permitiera vivir un poco más, sin
verlo como parte de su comida diaria, y ese gran amor que le brindaban día a
día, era su tesoro más preciado.
Sus rojas plumas estaban más lúcidas, su mirada
más brillante, desde el amanecer observó que el sol tenía algo especial para él, y con prisas bajó a regalar a sus niñas un contento que caía de algún
sitio…
Poco a poco tomaron los granos que los vecinos
lanzaron, poco a poco se fueron desvaneciendo los sueños y no comprendía aquél
dolor, la imagen de sus pequeñas revolcándose en el piso, sólo estiró sus
dorados pies y se quedó viendo al horizonte, ya no sabría más de mezquindades,
los odios de la vida, las miserias del hombre quedaban atrás, olvidadas, y
elevándose como una pluma, se descubrió en otro sitio, en otro huerto donde el
hombre no estaría, en un inmenso bosque, ahí los azules y los blancos poblaban
su vida y la luminosidad de un nuevo sendero, cobijaría nuevas crías de luz y
fantasía.
Sus pequeños quedaron ahí, se salvó el bebé de la
historia, su hijo con la copetona, se salvó una de sus princesas, mientras
escuchaba carcajadas, y veía ojos que asomaban a escondidas desde un paredón, en donde el amor se convirtió en odio, por el hecho de cantar, ese don divino
que le fue regalado, por el hecho de agradecer cada mañana por estar ahí, en
ese sitio de privilegio donde no le hacía daño a nadie, sino que enseñaba a
otros la tarea del amor.
Colgados sobre las ramas permanecen, en una
sepultura que no tuvo tierra sobre sus alas, en una libertad programada por su
dueño, para que la pestilencia de su cuerpo y el hedor de sus carnes
conmoviera a quienes los asesinaron.
El sol de nuevo implacable empezará su tarea de
abrigar, y Pedro, con un nuevo dolor de cabeza, con otro asombro, se deprime
un poco más cada día, siempre desde que llegó a Barranquilla, sus vecinos
envidiosos le han hecho la guerra, todo lo que él propone se destruye, y el
daño que hicieron a unos inocentes, lo ha enmudecido, hasta el punto de no
confiar en muchas personas a las que ha servido durante toda una vida de trabajos, de
fiados, de facilidades para que puedan construir sus viviendas, entregando su
confianza y amistad que se quiebra una, y otra vez, con pequeñas historias que
no se han contado.
¿Pagaremos por el daño que hacemos a otros? ¿Quién
es realmente mi prójimo?... Mi próximo, tiene plumas, tiene piel, camina por
ahí a la par con nosotros, su muerte no es diferente a la nuestra. Mi Jefe
propuso una historia de vida para cada ser que habita el planeta, pero las
actitudes malvadas del hombre destruyen su obra.
El recuerdo de un animal pateado, de un vehículo
pasando por encima de un perro, una honda sobre un ave que sólo trinaba, una
tortuga que cruelmente se asesina introduciéndole en agua hirviendo, una iguana
a la que se le abre el vientre para robar sus huevos y se deja así para que
muera lentamente, un búho asesinado porque dizque es ave del mal agüero, es
tanta la maldad que hay en el mundo, que me atrevo a decir que quien marcha es
más feliz.
Q.E.P.D. El Gallo de Pedro, sus esposas y sus
hijos, pero también que tengan un sueño tranquilo las personas que hacen daño a
la naturaleza.
¿Será que alguien que asesina a un inocente, puede dormir tranquilo?
Sus carcajadas hieren, pero la cuenta la tenemos que pagar antes de marchar.
¿Será que alguien que asesina a un inocente, puede dormir tranquilo?
Sus carcajadas hieren, pero la cuenta la tenemos que pagar antes de marchar.
En éste gran restaurante llamado Planeta Tierra, para mi Jefe las
cuentas son claras.
FIN
Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, mayo 23/13
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