EL CANTOR/Ramírez Rafael (173)
Una voz genial que tiene
alma, entretiene, mientras caen las pequeñas flores de los árboles, vencidas y apagadas, pero con un leve perfume, que anuncia que también fueron primavera
y sueño, que pertenecieron a un gran árbol
que cada día les regaló un beso de colibrí, o la caricia de una pequeña abeja que robaba su miel, y a la
vez endulzaba la vida de otros.
Escucho una
voz tan bella, que mi corazón se conmueve ante la dulzura oculta; semeja una
pequeña perla guardada en el fondo del mar.
La pecera llena de sueños
pequeños, ahí habitan payasos de colores y las flores vivas buscan el sol,
que penetra sin miedo, hasta el fondo coralino, y danzan siempre, danzan felices, sin advertir del peligro disfrazado que llega en cualquier instante y toma sus
tiernas vidas, para convertirlos en despojos para el mar.
No sé lo que dice el cantor,
pero han de ser palabras de amor, ha de ser que habla de besos, de caricias de
aves que van y vienen, de gente de todo el mundo buscando un sueño y levantando
sus propias banderas, para que nadie los pisotee, advirtiendo entre la basura, un consuelo a sus penas, y aún
así, sonriendo, pues la vida es el mejor premio.
Los sueños del cantor son
los mismos míos, coronas de flores se entrelazan, niños sonríen, danzan, y nos
dejan sus gracias convertidas en carcajadas, con sus zapatitos de colores y sus
encendidas miradas.
Traduzco que Dios es todo,
que la cumbre de la montaña ha de ser nuestra meta, que tenemos que cerrar los
ojos y volar al infinito, llenos de amor, sin la corrupción de violar las
sonrisas de otros, sin el desespero diario del dinero y las cosas vanas, que
cada día nos alejan más de la verdad.
Traduzco lo que dice el
cantor aunque no comprenda su idioma, sus ojos me hablan de amor, y su voz parece una cascada de poemas sin declamar.
Se agitan las manos, la
lluvia besa la piel desnuda, mientras se detalla en el ocaso, que un iris
conmueve los ojos y limpia de dolor el
alma.
¡Gente!, divina gente… sin fe
no podemos seguir.
¡Mira!... ¡Levanta vuelo una gaviota!...
¡Sonríe!… ¡llora!, sí, llora mucho hasta que de tanto llorar
tengas que orar,
pero no dejes de soñar, ¡por favor!
tengas que orar,
pero no dejes de soñar, ¡por favor!
No dejes de soñar…
Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, mayo 2/13
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