viernes, 24 de mayo de 2013

ÁFRIKA (38)

ÁFRIKA (38)

Recuerdo sus almendrados ojos que no se detenían, siempre fijos en mí, como su motivo diario, y el mío tan lejano, en cualquier roca estacionada viendo hacia las nubes, hacia la nada.

Se paseaba un moreno obrero con la sonrisa solapada y ella al instante sus orejas levantaba, no lo podía ver, pero ella sí, le olía, iniciaba su angustia si entraba a la finca armado con un pedazo de tronco. 

Enfurecida empezaba a verlo con rabia, me miraba una y otra vez como queriéndome advertir de algo de lo que no me enteraba.

Le dije cierto día cuando la quería golpear, que ella sabía algo que no yo, pero que algún día lo descubriríamos. -¿Cuénteme, por qué razón África no lo quiere, si ella es una perra mansa y dócil y no ataca nunca a nadie, es sólo con usted la bronca?, y respondía con una sonrisa socarrona, /que no sabía la razón, que simplemente lo odiaba porque sí.

Se empezaron a perder las cosas en la finca, realmente siempre se perdían, los animales, los pollos, los chavarríes, gansos,  se traían los rollos de cable y él era quien estaba siempre dispuesto a colaborar, una y otra vez, sin saber que a los dos días o al siguiente, alguien se había robado todo.

Se roban una moto bomba y mi esposo decide comprar una nueva, el primero que llega a colaborar y aconsejar es él, con esa parsimonia y pereza y África enojada, como diciendo: ¡Eyyyy mami!, no confíes en ese petardo de mierda!, pero a pesar de sus enojos nunca descubrimos nada.

Pasó el tiempo, los ánimos decaían, pues era difícil gastar dinero tratando de organizar las cosas y que alguien siempre estuviera robando tu trabajo, y el esfuerzo de tanta labor tirado a la basura.

Recuerdo al moreno, pero olvidé su nombre, es mejor olvidar pues siempre me generó cierta desconfianza, y los ladridos de mi perrita me decían de algo que ella trataba de alertarnos, pero que no descubríamos.

El moreno decidió conseguir amante, una vecina de la finca que tenía problemas de locura. Nos causaba mucho pesar, duraba días sin comer, como si su boca se mantuviera sellada con  un candado, sus manos se tullían.  El muy bruto la golpeó muchas veces, pero ellas lo seguían aceptando, pues su pobreza extrema las sometía a este ser desprovisto de todo. 

Al poco tiempo fallece su hermano, también con el mismo problema de locura, sin la asistencia de nadie.

Fueron dueños de todo el terreno que veíamos, más de 5000 hectáreas que el padre en medio de sus locuras vendió, pero muchos se aprovecharon de su situación; les quedó algo menos de una hectárea donde tenían su rancho pegado de nuestra parcela, que alguna vez fue de ellos también. 

Por aquéllas cosas del destino, mi esposo llegó a un sitio donde reparan equipos, buscando una moto bomba de segunda, pues ya le habían robado dos nuevas y no quería exponer su dinero nuevamente, pero el tipo le ofrece una idéntica a la que se había perdido, y ante su asombro, con pelos y señales le dijo quién se la había llevado. ¡Claro!… el moreno tramposo y solapado, del que tantas veces mi perrita me quiso advertir, no permitía que estuviera cerca de mí ni siquiera a 2 metros de distancia, ella lo sabía desde el principio.

Esa semana se descubrió todo, casi lo matan en otro sitio donde también era el gran amigo, y sólo llegaba en las noches a robar lo que en el día ayudaba a organizar, y le advirtieron que si regresaba lo matarían.

Terminó la historia del ladrón viviendo en nuestra propia casa, el de más confianza, pero como los perros  tienen un olfato excelente, a mi doberman no pudo engañar.

Pasamos tantas veces conviviendo con el enemigo, aquellas personas a quienes les hemos entregado más que nuestra confianza, pero el tiempo se encarga con cada uno, juez y verdugo a la vez es el reloj, y nuestros ojos se permiten ver el castigo al impío.

África tendría un final muy triste, pues decidí regresar a la ciudad con mis niños, a los pocos meses que se contrató a otro muchacho: Orlando, de quien hay una historia pendiente. A mi niña de color chocolate y ojos almendrados, la dejaron morir con 14 cachorros, decía mi madre que sobre un colchón lleno de gusanos, y la sangre de su último y triste parto, donde no estuve para ayudarle,  y poco a poco, sus cachorritos murieron con ella.

Encontré una imagen idéntica a mi perra, no le quise cortar las orejas ni la cola, y tal vez no recuerdo una fotografía donde esté ella, otras prisas ocupaban mi tiempo, y era  precisamente el criadero de perros que había organizado, pero que me estaba agotando terrible, pues no se permitía a nadie colaborar y finalmente no aguanté más abusos y dejé todo... mis niños, mis sueños, los atardeceres, los jagüeyes con sus preciosos lotos en flor para continuar con mi vida y otras historias.

Llevo en la conciencia la muerte de África con sus cachorritos, el abandono a los otros perros en manos de gente que  poco los amaba, pero tenía que solucionar lo mío con mis hijos, a los pocos días regresé por los perros y los traje conmigo, regalé algunos y  dejé los que podía cuidar, entre ellos los Beagle, la raza preferida de mi madre, aunque ella amaba a todos por igual le parecían encantadores y dulces, siempre se comportaban como bebés aunque estuvieran ancianos.

África y Tayson fueron los perros que más amé, me di cuenta que la mala fama que tienen algunas razas son infundadas, y que éstos perros son fieles a morir, protectores con los niños, son realmente seres angelicales, guardianes que dan su propia vida por protegernos.

Cierta vez mi hija Marly se perdió, acudimos hasta a la policía y como último recurso llegué al patio, y para mi sorpresa, estaba abrazada de África en un rincón de la perrera. La perra me miraba dulcemente, como diciendo: "No te preocupes madre, aquí la estoy protegiendo", fue un sentimiento maravilloso, y mi amor por los animales fue creciendo cada día más, hasta considerarlos el mejor regalo de Dios para el hombre".

Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, mayo 24


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