miércoles, 17 de abril de 2013

ROSAS BLANCAS [90]

ROSAS BLANCAS [90]

Estaba con esa sensación de palidez que a ratos me toma, pero mi hija dice que es culpa del Internet, reviso los poemas en los que trabajamos, deseo quede perfecto, pero no pude continuar, empiezo a sentir hambre, esa es la sensación, un hambre atrasada, como si faltara una parte de mí, con esa angustia de todos los días y de cada segundo, y en un instante ya no estaba aquí.

Era otra casa, una enorme casa de campo, recuerdo que todo estaba empedrado como si viviera en ese sitio con mi familia, pero no estábamos todos, recuerdo a Socorro y a Pablo, el resto de gente no sé quiénes eran.

Y la veo a ella por ahí como siempre, caminando, riendo, hablando cosas bellas, enseguida me levanto y la abrazo, ¡me siento tan feliz de tenerla!, de sentir su tibieza, de estar de nuevo entre sus brazos que empecé a reír y a conversar de cosas que no recuerdo, pero otras se quedaron en mi pensamiento.

¿De dónde vienes madre? –le pregunté-

-Estaba por ahí buscando flores, y mira la que te traje, vamos a sembrarla.

Fuimos todos y ella se arrodilló con una begonia, ahora recuerdo que era esa flor de las que ella tanto cultivó, parecían grandes campanas de hojas gruesas y  era feliz cuando veía sus brotes, estaba marchita y Socorro le dice: ¿Mami, para qué va a sembrar esa flor marchita ahí? , no luce con el jardín, y ella, así como siempre, pero ésta vez  un poco enojada le responde: ¡Déjeme sembrarla, todas las flores son hermosas en el jardín, cada una de ellas tiene la misión de adornar y hacernos sonreír, ninguna es más bella que otra por más pequeña e insignificante que parezca!

Mi hermana no respondió nada, ella continuó ahí en ese pequeño jardín donde solo veía tierra revuelta y de pronto dice feliz: ¡Miren!... ¡Un ramo de rosas blancas!, ¡qué hermosas son!...

En ésta parte del sueño empecé a llorar mucho, me pregunté si estaba soñando o era verdad, pues sus palabras habían sido escuchadas en otro sitio. Ella me dijo que deseaba cuando muriera que la vistiéramos de blanco, y que en sus manos llevara un crucifijo, un rosario y muchas rosas blancas.

Miré a mi hermano, nos abrazamos y empezamos a llorar …

Estoy despierta, pero sentí que mi madre estuvo conmigo, me abrazó y hablamos, su tibieza está aquí, siento que ella puede venir cuando desee y me puede consolar. 

Es triste despertar con mi realidad de nuevo y saber que sólo la veré en sueños.

No hay olor a rosas… sólo su esencia de ángel brilla por aquí.

Casualmente el día de su muerte mi primo Jairo llegó con un ramo de rosas, a visitarla, él siempre le había llevado muchas flores de todos los colores, pero ese día, no comprendo la razón, escogió blancas, y esas eran las que ella me pidió que le colocáramos, no lo olvidé.

Todas las rosas blancas se fueron con ella. 

Se veía linda, parecía una doncella rejuvenecida, su piel era la de una niña, fresca y lozana.

Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, abril 1/13


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