domingo, 10 de febrero de 2013

DE PAPEL [62]

DE PAPEL 2 [62]

¡Qué día tan hermoso!
¡Gente sube, baja, canta, danza!.

Máscaras de un carnaval que se mueve por dinero
la gente está madurando, se han dado cuenta,
y cada quien a su modo,
hace su propia fiesta de payasos,
con lo que se puede.

No debo voltear atrás, pero debo hacerlo,
comprendí que la vida es dura a ratos,
las personas variables parecen las olas del mar.
No siempre lo que creemos hacer bien
todos lo admiten, y el bien, por envidia,
se convierte en mal.

Tengo más gente que me odia,
y  otras verdades quedarán ocultas bajo el sol.
Las  heridas sanarán de a poco, y en mi pequeño lago
los frescos lotos empiezan a reverdecer,
brotan de su interior mágicas dulzuras de colores
a donde veloces colibríes se antojan de su dulzor,
engalanando de suerte la vida,
y de sueños nuevos el corazón.

Tomo la pequeña hoja de mi existencia y la doblo,
dobleces que de a poco formarán un  nido
una frágil barca de papel,
para navegar sobre un lecho de rocas.
A pesar de que la mar parece tranquila,
en su interior una bomba espera,
y explotará en cualquier momento,
ante la mirada de los incrédulos.

¡No llevo prisas!
Voy por donde el cantor me indique,
detrás de las nubes suelo viajar,
seguí los pasos  del alcatraz que a buen puerto me dirige
y al llegar, una gran roca oculta en no sé dónde
casi me hace zozobrar.

Pude nadar hasta la orilla, en donde encalló mi vida.
No sabía si soñaba o estaba viva,
pero me levanté a pesar de los tropiezos
y descubrí que la roca ya no estaba;
una hoja blanca secando al sol desdoblé
para armar nuevamente mi alma en ella.

Empecé a navegar con un timón ágil
eran  alas de un cóndor,
y allá,  cerca del sol vi su rostro.

Una sonrisa engalanaba la tarde
y el cielo era tan azul,
que cerré los ojos para no cegarme.

Parecía blanca nube que destilaba luz.
En medio de las perlas de  sus ojos
advertí que eran las cometas que había perdido;
sus brazos, la enredadera 
que tanto había buscado.

Dulces palabras llenaron el océano,
a donde al fin mi barquita se hundió
para convertirse en el sueño anhelado,
que alguien tomaba entre sus brazos
ante los destellos del sol.  

Raquel Rueda Bohórquez

Barranquilla, febrero 10/13

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