DE
PAPEL 2 [62]
¡Qué
día tan hermoso!
¡Gente
sube, baja, canta, danza!.
Máscaras
de un carnaval que se mueve por dinero
la
gente está madurando, se han dado cuenta,
y
cada quien a su modo,
hace
su propia fiesta de payasos,
con
lo que se puede.
No
debo voltear atrás, pero debo hacerlo,
comprendí
que la vida es dura a ratos,
las
personas variables parecen las olas del mar.
No
siempre lo que creemos hacer bien
todos
lo admiten, y el bien, por envidia,
se
convierte en mal.
Tengo
más gente que me odia,
y otras verdades quedarán ocultas bajo el sol.
Las
heridas sanarán de a poco, y en mi
pequeño lago
los
frescos lotos empiezan a reverdecer,
brotan
de su interior mágicas dulzuras de colores
a
donde veloces colibríes se antojan de su dulzor,
engalanando
de suerte la vida,
y
de sueños nuevos el corazón.
Tomo
la pequeña hoja de mi existencia y la doblo,
dobleces
que de a poco formarán un nido
una
frágil barca de papel,
para
navegar sobre un lecho de rocas.
A
pesar de que la mar parece tranquila,
en
su interior una bomba espera,
y
explotará en cualquier momento,
ante
la mirada de los incrédulos.
¡No
llevo prisas!
Voy
por donde el cantor me indique,
detrás
de las nubes suelo viajar,
seguí
los pasos del alcatraz que a buen puerto me dirige
y
al llegar, una gran roca oculta en no sé dónde
casi
me hace zozobrar.
Pude
nadar hasta la orilla, en donde encalló mi vida.
No
sabía si soñaba o estaba viva,
pero
me levanté a pesar de los tropiezos
y
descubrí que la roca ya no estaba;
una
hoja blanca secando al sol desdoblé
para
armar nuevamente mi alma en ella.
Empecé
a navegar con un timón ágil
eran
alas de un cóndor,
y
allá, cerca del sol vi su rostro.
Una
sonrisa engalanaba la tarde
y
el cielo era tan azul,
que
cerré los ojos para no cegarme.
Parecía
blanca nube que destilaba luz.
En
medio de las perlas de sus ojos
advertí
que eran las cometas que había perdido;
sus
brazos, la enredadera
que
tanto había buscado.
Dulces
palabras llenaron el océano,
a
donde al fin mi barquita se hundió
para
convertirse en el sueño anhelado,
que
alguien tomaba entre sus brazos
ante
los destellos del sol.
Raquel
Rueda Bohórquez
Barranquilla,
febrero 10/13
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