MAR
Y BRISA [60]
En
ésta roca de blanco color,
advierto
la pantalla que aguarda por mis manos;
escucho
la brisa sin retorno pasar,
dejando
besos que las hace cantar
entre
las verdes ramas.
¡No
pasa nada!, nada sucede…
Me
siento en la soledad de un nuevo día;
mis
palabras parecen hojas al viento
y
me oculto hasta de mi sombra,
dejando
la pared de aposento.
Un
encendido velero viene de lejos,
las
gaviotas parecen llorar en vez de cantar,
pues
el ponto vomita peces,
que
traen dolor dentro de su vientre
y
bogan con furia sobre la mar.
Retornan
a mi corazón las tristes violetas,
sus
divinos rostros desechos están,
quedarán
sonrisas que no podré ver
con
esas muecas que nos disfraza la vida
y
esos cantares que nos regala la muerte al pasar.
¡Canta
brisa!... pero como si lloraras.
Del
mundo silencioso su olor has de traer;
regálame
un trozo de voz
que
se pierde en la demencia,
tibieza
de manos arrugadas sobre mi rostro
donde
solía mi llanto con el suyo enjugar.
Grita
noche oscura, tus amores sobre mi vientre,
los
luceros han volado y me han dejado muda;
no
pude, no alcancé a escribir mi pedido al viento
y
con un destello de colores, se perdió de mi vista
para
quedar solitaria en mi aposento.
¡Aparece
cortesana de la noche!...
Desnúdate
conmigo en éste silencio.
De
roca oscura estoy engalanada,
un
dragón de fuego anuncia la muerte,
y
quiero danzar con un pasodoble, un tango,
cantar
que estoy feliz,
aunque
esté cerca con su cara sonriente.
Trae
al sol despierto y ardiente;
dile
que las rosas de invierno tienen frío,
y
un madrigal brota del pecho
con
sabor a leche de madre.
Un
pájaro sin alas, yerto y aterido,
ha
perdido el calor de un nido
y
tiembla al recordarte.
De
nuevo, si perdido el velero;
y el
mar, índigo soberbio me llama,
gran
ola me vestirá de preciosos tules
adornados
de diamantes y perlas pálidas.
Raquel
Rueda Bohórquez
Barranquilla,
febrero 10/13
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