CASA
DE MADERA [78]
Nada quedará de mi rostro,
ayer juventud, alegría,
cantar mecida con las olas
sobre gigantes robles aturdida,
ante el brillo de las aves pasajeras.
No quedará piel sobre piel,
sólo blancos con acabados rústicos,
envejecidos cual ocres troncos,
que en los otoños,
nos
regalan los viejos robles.
No quedará ni sombra de tus ojos, ni los míos;
el verdor se tiñó de angustiosos sueños
pero volaron las golondrinas sin alero;
y se quemaron con el sol,
de
la tarde.
No quedarán mis labios para sonreírte,
será por largo tiempo una mueca pasajera
de carcajadas que se robará la brisa,
cuando asomes a la última ventana.
No quedarán huellas, ni sombras;
en
un pedazo de mármol se leerá:
“Por aquí pasó un ave soñadora,
quedó su amor viendo un atardecer,
se fueron los sueños
aferrados
de una cometa de papel”.
Unas cuantas flores muertas
adornan su pequeña casa de madera.
¡La
vieja se creía poeta!
Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, febrero 4/13
Bello poema, Raquel, triste en lo que dice, hermoso al sentirlo.
ResponderEliminarUn placer leerte.
Saludos, abrazos y buenas noches para ti.
Ío
Gracias por tus palabras, el placer es mìo. Un abrazo, buenas noches.
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