lunes, 8 de octubre de 2012

MIENTRAS ESPERO EL TREN

Foto
Fotografìa. Paisajes Colombianos. Liz Nayibe Àlvarez R



Aún no recuerdo el día  imagino que  un lunes o  martes, tal vez un domingo en la tarde cuando ya terminaba labores en la Caja Agraria, un banco donde trabajé varios años como secretaria y muy buena, demasiado explotada y
poco valorada como sucede muchas veces, aunque un paisano que estuvo de Gerente por una temporada, de apodo "Cargasal" me ofreció el cargo de Gerente en el Banco de Betulia Santander no acepté pues estaba muy enamorada y antes que un cargo importante preferìa estar ahì sometida a un loco amor que en poco tiempo dijo sì, a un cargo de Gerente en otra ciudad y mi amor quedó por ahí flotando sin importar a nadie nada, ni como pudiera sentirme en ese momento.

Era de esos días calientes, allì en esa tierra todo es calor, mujeres ardientes, hombres que gastan su dinero en putas y dejan de lado sus esposas, petròleo, riquezas, juegos, licor... guerrilla, paramilitares, drogas, muerte.



En medio de èste mundo me movìa como una trabajadora feroz, atacada muchas veces por las mismas compañeras de trabajo algo celosas de mi juventud, ahora mismo pues estamos a la par o casi las alcanzo pues imagino que hasta podràn dejar todo eso atràs. Se murmuraba que era amante del gerente porque èl tenìa detalles, me traìa una gaseosa, un pudìn y me acosaba en mi oficina cuando quedaba solo el sitio y el trabajo era demasiado para mì pues sentìa que sin importar las cargas que me imponìan, 
me veìan como un peligro para ciertas cosas que no estaban  muy bien,pues siempre he sido una mujer honesta conmigo misma, frentera y clara y tampoco como alguna vez lo manifestè al gerente; por màs chusco e interesante que fuera yo estaba enamorada, y no me interesaba poner los ojos en un hombre comprometido. Tal vez otra se hubiera interesado en las maravillas que se me ofrecìa, pero mi vida siempre ha sido simple y por dinero nunca me comprometerìa con nadie.


 En medio de lenguas viperinas y un ambiente un poco oscuro,  se desarrollò mi vida buscando cada segundo una sonrisa y un motivo para seguir adelante, aferrada a un empleo que necesitaba mucho, pues debìa enviar un poco de ayuda a casa de mis padres, era una obligaciòn que todos los hijos tenìamos, allì las cargas eran demasiadas para mi viejo.

En medio de muchas historias donde los varones siempre fueron mis còmplices y amigos y sòlo una amiga sincera quien me contaba de todos los chismes mientras los muchachos no callaban nada y muchas veces me defendìan de sus habladurìas,  aguantè un tiempo, pero nuevas cosas pasarìan que me harìan cambiar de rumbo. 


Me gustaba jugar, bromear, tomarme un trago con ellos y hablar de todo menos del trabajo en la oficina,ese tema era negado, ademàs de hacerles bromas cuando llegaba el fin de semana y viajaban a ver a sus esposas, como llenar sus maletas de piedras, loza partida, besos en los pantaloncillos...

Ya terminado mi trabajo pues no me gustaba dejar nada para el dìa siguiente, me fui con Diana -una amiga- a dar un paseo por ahì a un pequeño parque a ver la gente bajar del tren, a reìrnos de la vida... 

El pito del tren me asustò un poco y me puso alerta, era un chillido agudo que me daba dolor de estòmago y ¡chaca!¡chaca! ¡chaca!... repetido enredado en rieles fuertes, de a poco frenò, y la gente corrìa desesperada como si no 
hubiera espacio para ellos. Me llamò la atenciòn alguien en particular, no sè la razòn estaba muy pàlido, subiò al tren con una mirada que busco en las pelìculas de terror pero no la encuentro sino en esa diabòlica donde la chica de un momento a otro voltea el rostro y su cabeza gira sin quebrarse hasta quedar frente a ti... 

Mis piernas se paralizaron y mis ojos quedaron quietos, cuando vi que desenfundaba un enorme cuchillo de carnicero y lo levantò por muchas veces... subìa... bajaba... con una fiereza como si estuviera matando un leòn, -es una imagen que tengo aquì grabada, cierro los ojos y la pelìcula regresa una y otra vez, las manchas en el cuchillo hasta la cacha... la sangre que aùn goteaba una a una y de nuevo ahì en la puerta del tren esa mirada fija y frìa en mis ojos... yo no podìa moverme estaba como sembrada en el sitio y cuando creì que el cuchillo llegaba a mi garganta o mi estòmago, en un instante algo mágico alumbró su mente y lo lanzò por debajo de mis piernas.

Pude escuchar cuando se arrastrò y ver a dònde quedò... en ese sitio habìa un zapatero y debajo de su silla el cuchillo descansò de la fiereza de un hombre que rayaba en la locura.

Una griterìa de gente que no sabìa lo que habìa sucedido y la policìa buscàndolo, y les dije hacia donde habìa corrido y en dònde estaba el cuchillo...

A pocas cuadras lo alcanzaron cerca al negocio de mi cuñado Leonardo, y pude ver còmo un hombre puede perder la conciencia por un juego de billar y unas cuantas monedas, y acabar con la vida de un anciano que sòlo leìa Vanguardia Liberal .

La sensaciòn de ver morir a alguien de èsta manera me quitò la tranquilidad, y evitè muchas noches cerrar los ojos.

Raquel Rueda Bohòrquez
Barranquilla, octubre 6/12

No hay comentarios:

Publicar un comentario