MI EXTRATERRESTRE Y YO
Una vez más el día termina, y me encuentro aquí, con ganas de correr hacia ningún sitio, me siento a ratos una palmera sembrada con sus raíces tan fuertes, que no me dejan avanzar, y de nuevo se torna lánguida la mirada, quisiera volar, comprender al fin que mi jefe quiere algo para mí, pero aún no se lo que es, luego busco en una página en blanco dejar un poco de mi sentimiento del día y aferrarme a los segundos que se me ofrecen, con deseos de conocer muchos lugares hermosos, viajar a paraísos que aún desconozco y que están cerca de mi, pero se antojaron de una blanca cárcel con rejas oxidadas, que ahora se diluyen de a poco, para dejar mis cuatro paredes mas blancas, y entonces imagino que debo sembrar una vid que ayer fue arrancada de raíz, y unos pequeños arbustos en mi puerta, aunque se también que algún ocioso llegará y trepará como una serpiente y se llevará esos pocos sueños que me quedan.
No me gusta la nostalgia, nadie ama la tristeza, siempre deseo buscar una sonrisa, aunque por dentro parecen huir aprisa; entonces cierro los ojos y descubro una barca, donde un navegante de luz la dirige, de nuevo un tinto repetido tantas veces, que me estoy enamorando de ese negro que huele a delicias, y entibia mi vida cada segundo.
Aparte los veo a todos, cada quien a su manera sobreviviendo, aún a costa del dolor de otros, sin importar si te pusieron una piedra enorme en el camino, o si un cardo vivo te han clavado las palabras, pero en medio de todo ésto observo a mi extraterrestre, a veces visto como él lo deseó, pero también buscando un motivo y una razón, por la que tantas veces sus actitudes fueron tan agresivas, aparece un león herido en un rincón de cualquier jaula y observo su mirada inquietante, llena de miedos ocultos, descubro una bomba estallada en su rostro y las heridas que cuentan del ayer que nadie sabe, donde las humillaciones fueron el pan diario de cada día y las rodillas dobladas cada segundo, por conservar un trabajo y tener un “futuro” tan incierto como el mismo destino.
Tanto servicio a los demás ha sido olvidado, su trabajo, sus llagas que reventaron los pies de día y de noche, y un hombre que se talló a fuerza de permitirse amar, ya que ésta tarea la tenía olvidada por andar buscando lo perdido, nadie valora nunca lo que haces, en cambio eres tú quien tienes que empezar por saber que eres único y valioso, que te tienes que mirar al espejo, en tu propio espejo interior, y sacar alientos para descubrir que no eres tan malo y empezar, no importa cuándo, a ver todo lo bueno que otros nunca reconocerán y dejarlo en tu propio huerto.
Qué bello regar nuestro jardín, veremos de a poco que responderán las rosas con brotes mágicos, que los lirios se encenderán de pasiones y llegarán las aves, anidarán ante nuestra mirada, trinando tantas veces que sabremos que Dios está en cada obra, Él reconocerá en cualquier segundo lo que hemos hecho, sin esperar que quienes nos han herido, sean quienes lo hagan, pues ésto nunca sucederá.
Una vez más observo sus manos, nunca han estado ociosas, siempre sembrando aunque nunca recogerá una cosecha justa, siempre dispuesto ante los demás, sintiendo los golpes de puertas en su rostro y de palabras ociosas repetidas en los rincones.
Nunca creí hablar de ésta manera, pero decidí que tiene lo suyo, nadie es tan malo ni tan bueno, somos seres humanos, pero si me doy el lujo de mirar de frente, y lo he dicho varias veces, veré a los ojos con la libertad de quien nunca le ha puesto una piedra a nadie en el camino, seguir con la sencillez de un campesino que labra una historia a punta de pico y pala, despacio y de a poco descubre que un fresco rocío moja la reseca tierra, que habrá una esperanza, cuando los pequeños brotes revestidos de hermosura, digan sí, a la vida, alerten sobre los sueños, y yo estaré ahí… viendo a mi navegante de luz tomado de mi mano, levantándome de cada caída, cada tristeza abonada con palabras hirientes y falsas, y Él sin que nadie se lo diga, se enterará de que siempre sentí su cayado dirigiéndome hacia un destino igual para todos, sin importar las espinas, las rocas endurecidas en los pies ni las heridas, y mi extraterrestre se enterará, de que su interior era un diamante sin pulir, que hoy está mostrando a todos, su fantástico brillo, aún sin que nadie se percate de ello.
Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, octubre 13/12
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