sábado, 13 de octubre de 2012

MAMI LINCE


Mami observaba la inmensidad de la llanura, ávida y hambrienta 
Sabia que allí estaba todo lo que la hacia feliz
Sus ojos escudriñaban hacia el bosque, cuando la acosaba su vientre
Su paciencia no tenia limites y su bondad era in

finita.

Dentro de su cofre se tejían sueños nuevos, cantos que saltarían por sobre las flores de lavanda, dejándole a su vida aquél motivo que la entusiasmaba
Esa oración que se desprendía de su alma
Cuando bajo una cascada, se bañaba o subía veloz, hasta lo más alto de un frondoso árbol.

No había desaliento, ni soledad, ni angustia…
Nadie perturbaría esa paz de su morada, ni lanzaría flechas que la hieran sin motivo
Ni derribarían el árbol que la cobijaba.

Aquí está todo lo que alguien sin pedido plantó para mí –pensaba-
Pero una roca fuerte penetró su pecho hiriéndola de muerte…
No entiendo, no hay razón para morir cuando la felicidad parecía navegar en mis cristalinas aguas
No comprendo… en mi vientre se agitaban mariposas que danzarían sobre las flores y jugarían a las escondidas conmigo.

Una vez la última gota escarlata cubrió la pradera, delatando su propia palidez,
Descubrió que más allá de sus propios sueños estaban los ajenos
Pero no comprendía el por qué, ella estaría involucrada ahí
Pues el paisaje lleno de perfumes era lo que amaba
Y todo lo que abarcaban sus ojos le pertenecía.

El cazador tomó su traje con una cruel sonrisa de satisfacción
Arrastró como una basura su otrora belleza
Y vistió con sus pieles dejando la carne para los buitres
Que observaban desde el cielo la obra del hombre
Mientras convertía la vida en carroña, 


y la piel en su propio moribundo traje.

Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, octubre 11/12

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