sábado, 13 de octubre de 2012

LA CUEVA DEL TORO/Zapatoca


Fotografìa Liz Nayibe Àlvarez R


En èste sitio se reunìan los guaraperos del pueblo y mi padre se estaba convirtiendo en uno de ellos, (hasta que le pusimos el Tate quieto)… habìa ademàs una tienda de antigüedades, cosas realmente hermosas que v
alìan mucho dinero, pero quien las compraba a precios irrisorios nunca lo supo, alguna vez le comprè una plancha y unas llaves gigantes que aùn conservo pero deseaba todo, lo malo era que no tenìa dinero.



Era una casa en tierra que aùn existen, paredones muy gruesos que los hacìan con mojones de mula y tierra rojiza, paredes simples, frescas y con techos en teja colonial, sòlo la puerta de la calle y una vitrina de madera muy vieja que se sostenìa a duras penas con pedazos de piedra a los lados.

Junto al guarapo de caña estaba la chicha de maìz, en grandes vasijas de barro, los dulces, los cigarros Pielroja, tabacos y los amigos, allì llegaban los que no tenìan dinero para envenenarse con los nuevos licores que llegaban, aguardiente, ron, wisky, brandy y todos esos ardientes lìquidos que no sòlo robaban la tranquilidad sino que todo el dinero del mercado se quedaba ahì, pero los señores sòlo buscaban un esparcimiento ya que allì no habìa nada màs que hacer aparte de disfrutar de la naturaleza y pasar el hambre de cada dìa con un caldo virgen y un pedazo de arepa santandereana.

Los màs humildes buscaban el negocio que estaba en la montaña ahì en San Vicentico, donde vivìa la gente màs sencilla del pueblo, los que tenìan que cultivar planticas en cualquier vasija desechada, tarros de leche, micas (vasinillas) y para quien no comprende pues donde se orinaba en las noches pues los sanitarios quedaban a una cuadra de distancia, la vida dura y mucha pobreza, ahora es cuando recuerdo el caldo de la virgen que nombraba mi madre y la yuca tierna medio pintada con un poquitín de leche y rociada con cilantro picado, èste era el alimento de muchas familias pobres de mi pueblo grupo del cual formàbamos parte, total èramos la mayorìa, de lo poco que podìan cultivar en sus patios de eso comìan pues no habìa trabajo, tal vez algunas fàbricas de tabaco donde ya estaba la gente que necesitaban y ante todo eran mujeres las que contrataban.

No recuerdo el nombre del tipo, bonachòn, buena gente como todos mis paisanos, en el rebusque de algùn dinero para comer pues los ricos se contaban con la mano y generalmente eran los que se creìan dueños del pueblo y los pobres pues èramos el resto.

Mi padre era feliz en èste sitio, no era ningùn borrachìn sino que tambièn tenìa sus amigos y gustaba de las parrandas y de vez en cuando alzar el codo con todo completo porque ademàs le gustaban mucho las mujeres, un poco màs que el comùn, èl decìa que era gracias a la chicha de maìz, la nutrimalta con huevo criollo crudo, y las hormigas culonas que lo mantenìan fuerte y arrecho como un toro.

En La Cueva del Toro se debatìan asuntos polìticos, una època donde la gente se marcaba con peinillas de color rojo o azul y camisas del mismo tono, y las peleas casi siempre eran por distingos polìticos, que terminaban en atroces cuchilladas o alguien hacìa disparos al aire.


Recuerdo que decìan los màs viejos… ese hifueputa que va allà es un godo y empecé a distinguir por los colores… y el otro decìa… si viò la peinilla roja?... un malparido cachiporro.

Y gritaban vivas por el uno y por el otro… a veces de niña gritaba vivan los godos!!
O vivan los cachiporros!! Cuando eran las elecciones y me escondìa a ver que pasaba…
Generalmente se enfurecìan, repetìan los gritos, mataban, comìan del muerto y continuaban.

Los godos eran los de azul o sea los conservadores y los cachiporros los que usaban el color rojo y eran los Liberales y por èstas tonterìas llegaron a matar y a sembrar el odio entre unos y otros, inclusive entre hermanos en todo un paìs.


Sè que mi abuelo fue asesinado por colores de partido, cuando saliò a la montaña a traer unos plàtanos para alimentar a mis tìos, lo despedazaron y lo lanzaron al Rìo Curitì, y èsta guerra fue creada por la ignorancia de la gente y los polìticos ya estaban realizando su trabajo desde allì, donde la gente no ha tenido oportunidad alguna y ellos llegaban y todo el mundo los acorralaba como si fueran grandes personajes de fàbula, les ofrecían el cielo y la tierra, todas las oportunidades que ellos nunca tuvieron, pero no sabìan que en realidad se arrodillaban ante quienes serìan los verdugos de nuestro paìs de ahì en adelante.

La Cueva del Toro… un nombre llamativo y con mi habitual sinceridad le dije un dìa a mi padre: Papà… ya sè a donde queda La Cueva del Toro… pues en realidad no lo sabìa y no estaba tan lejos de la casa, èramos vecinos del Barrio San Vicentico, estàbamos ahì junto a ellos y un dìa lo seguimos y nos dimos cuenta en dònde estaban, llegamos y de una vez lo hicimos gastar cuanto dulce se nos ocurriò, a èl le gustaba lucirse ante sus amigos y a nosotras nos gustaba abusar de su nobleza.

A ver… a donde queda me dice mi padre, y yo le dije: en el culo de la vaca y
soltè tremenda carcajada ante la mirada entre sorpresa y risa de mi viejo, que no pudo contenerse, no sabìa si regañarme por grosera o reìr, pero como siempre optò por lo ùltimo que era lo que èl mejor sabìa hacer en su vida.

Una vez pasado el sucedo nos prohibiò seguirlo, que èl tenìa derecho bla bla bla… picàndoselas de muy bravo pero ahì terminò el cuento.

Lo cierto es que en èste sitio se construyò patria no de la boba que siempre estamos acostumbrados, aquì se arreglaba el paìs con los sueños de toda la gente humilde de mi pueblo y en esos paredones quedaron las peticiones que aùn hoy no se han cumplido por los palabreros que siempre abundan en los pueblos y que lo ùnico que buscan es enriquecerse a travès de los impuestos, y de la necesidad y falta de estudio de los paisanos.

Espero que aùn se conserve èste sitio, pero creo que no, allà llegaba la policìa y lanzaba los ures (vasijas de barro) a la calle, al igual que los sueños de todos èstos navegantes de rostros tristes, donde sus esperanzas se sembraban con el hambre del del dìa a dìa, a punta de guarapo y chicha de maìz.

Raquel Rueda Bohòrquez
Barranquilla, octubre 11/12


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