BUSCO
Busco en el olvidado huerto, tu voz.
Quedaron vacías las rosas sin tus manos,
el escapulario cuelga aún de tu pared
y tu rosario se copia de todo lo frágil de la vida.
Anochece y tu recuerdo me perturba,
aún más honda herida me consume y muero.
Cada segundo, es un día que me esfuma de a poco,
y cada sombra me trae tu imagen querida.
Quisiera tomar de la luna un lucero, y saber que eres tú;
hablar contigo, contarte que no puedo seguir,
nada me hace feliz, no me ufano ante nada,
ni la belleza me llama,
y enciendo una vela una vez mas
implorando al cielo calma en la música
y consuelo en la oración.
De enramadas hablan mis labios
y mis ojos buscan un retrato nuevo cada día.
Tu voz calló de pronto y la he olvidado,
más tu brillo aparece sobre mis hombros
y una nueva lágrima riega un cántaro que tiene tu huella.
El mar está silencioso, su marea ha bajado,
se inquietan los alcatraces al no verte,
buscan en esa flecha que cruza el cielo, un motivo,
y se lanzan veloces
como si hallaran, tras tus alas, el cielo.
Se levanta un águila que pareciera huir veloz, sin un destino...
Me aferro a sus garras y permito que me hiera, que me lastime,
tomo sus lanzas y sangra mi corazón.
Tal vez de blanca aurora se vista mi mañana
y de tus alas se abriguen los desechos que toma el mar.
¿En dónde estás niña de ojos claros?
¿Mi viejita bebé que tanto amo?
Sin ti, la vida ha perdido esa gracia,
la tibieza sobre un regazo,
la felicidad de amamantar bajo la lluvia,
correr descalza y traer una pequeña orquídea.
Como una roca donde el fuego penetra, habito.
El sol parece reventar mi piel en mil pedazos, y desfallezco.
De a poco, mi rostro se torna como una lápida
y esa luz que te halló cuando dormía,
me desviste y me hace abrir las alas.
Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, octubre 7/12
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