MI PIRATA Y YO
Ahí estaba… la cuestión era de cambiarle el trapo rojo, organizar su mostacho y hacer unas trencitas con su barba…
Viéndolo así, llevando la barca a buen puerto mientras mi capitán y su novio se encontraban comiendo en el camarote, empecé a detallarlo y ésta vez lo vi tan hermoso…
Esa bravía mirada me confundía, el ojo de vidrio hoy estaba disimulado y parecía un diamante por pulir, ese cuerpo suyo atlético, el pecho fuerte sin pelos, las manos, pues era marinero, estaban curtidas por el sol, y esa piel suya tenía un color canela que parecía oler igual, las uñas un poco largas y descuidadas pues allí no tenía mucho tiempo para acicalarse, aquí no importaban los olores de su cuerpo, ya no usaba botas sino unas sandalias tres puntá que encontré en la barca y pues, las tomé prestadas, además el tipo tenía varias y mi marinero no tenía que calzar…
Observaba el horizonte confiado en la brisa suave y el oleaje, y mirando de frente se confundía con la belleza del mar, su boca invitaba a un beso y ese cuerpo divino parecía tragárselo la fuerte brisa, que sacudía su descuidada cabellera al viento, pero él inconmovible pareciera que el tiempo no pasara…que nadie lo observara, no sonreía, parecía recordar en el nado acelerado del delfín aquél tiempo ido, su juventud llena de quebrantos y como en un impulso, tomó el arma que llevaba sobre el cincho, que le recordaba las mil y una guerras por contar.
Sólo por ésta vez me di cuenta que mi marinero era un buen hombre, su disfraz arrogante ocultaba muchas cosas de su vida, y descubrí una perla de cristal que bajaba por su mejilla, la manzanita de Adán se movió como atragantada y miró al cielo conmovido… allá debe estar… mi madre hermosa dijo en un susurro, la estrella del sur que nunca volví a ver, hoy está vestida de luna y desde allí ha reconocido que su marinero, su pequeño marinero está en altamar dirigiendo la vida de muchos a un puerto seguro, quién lo creería… hoy te admiro más mi dulce amor, y sin que él se percatara de mi presencia, con mucho sigilo me recosté y dormí como una ostra.
Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, febrero 20/12
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