¡QUÉ PENA!
He sentido pena por la gente
aquéllos que creen tenerlo todo
pero que a duras penas lo disfrutan.
Me entristece el vago rico...
el que espera que papi que mami...
robando de los pobres sus suspiros
llenan sus mochilas con sus penas,
reparten sombreros vueltiaos y arandelas
del sacrificio de quien siempre espera.
¡Cómo me duelen las llagas ajenas...!
las manos curtidas de los Arhuacos, los Wayúu
toda mi gente queriendo labrar su historia
a punta de tejidos, agotadas desde el amanecer
alumbradas con la luna llena...
Qué pena del hombre malvado...
mientras él ríe a carcajadas, lo cerca su propia tumba
envejece creyendo que es mejor que otros
sus días parecen hojas al viento contadas por la brisa
sus horas, sólo segundos que cuenta mi viejo reloj...
Vamos descalzos como llegamos...
la desnudez de nuestra piel huele al instante
queda la huella de nuestro paso en los ojos
y la sangre que hace florecer lirios del campo.
Caminan quienes fueron desertores de su propio terreno
abajo las manos, caídos los rostros
enjutas las nalgas sin reposo,
arañadas las piernas que buscan un remanso
donde ayer sus playas morenas eran su consuelo
las espinas de sus peces,
los clavan a la miseria de sus vacíos estómagos.
Cómo me aterran los verdugos de mi pueblo...
bocas que gimen con el silencio de las espadas
siempre hablan y planean en la oscuridad,
pero llega aquél vestido de blanca aurora
y en un segundo de su voz como rayo violento
acaba con un suspiro sus maldades.
¡Levántate... alza tu voz sobre los valles muertos!
una elegía al dolor nos acecha...
un Dios justiciero vence con su atronadora voz
apacienta los corderos, castiga al opresor
y aquéllos que parecían vencidos,
saldrán con la ondeante bandera blanca
y de sus labios brotarán cánticos de amor.
Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, julio 27/12
He sentido pena por la gente
aquéllos que creen tenerlo todo
pero que a duras penas lo disfrutan.
Me entristece el vago rico...
el que espera que papi que mami...
robando de los pobres sus suspiros
llenan sus mochilas con sus penas,
reparten sombreros vueltiaos y arandelas
del sacrificio de quien siempre espera.
¡Cómo me duelen las llagas ajenas...!
las manos curtidas de los Arhuacos, los Wayúu
toda mi gente queriendo labrar su historia
a punta de tejidos, agotadas desde el amanecer
alumbradas con la luna llena...
Qué pena del hombre malvado...
mientras él ríe a carcajadas, lo cerca su propia tumba
envejece creyendo que es mejor que otros
sus días parecen hojas al viento contadas por la brisa
sus horas, sólo segundos que cuenta mi viejo reloj...
Vamos descalzos como llegamos...
la desnudez de nuestra piel huele al instante
queda la huella de nuestro paso en los ojos
y la sangre que hace florecer lirios del campo.
Caminan quienes fueron desertores de su propio terreno
abajo las manos, caídos los rostros
enjutas las nalgas sin reposo,
arañadas las piernas que buscan un remanso
donde ayer sus playas morenas eran su consuelo
las espinas de sus peces,
los clavan a la miseria de sus vacíos estómagos.
Cómo me aterran los verdugos de mi pueblo...
bocas que gimen con el silencio de las espadas
siempre hablan y planean en la oscuridad,
pero llega aquél vestido de blanca aurora
y en un segundo de su voz como rayo violento
acaba con un suspiro sus maldades.
¡Levántate... alza tu voz sobre los valles muertos!
una elegía al dolor nos acecha...
un Dios justiciero vence con su atronadora voz
apacienta los corderos, castiga al opresor
y aquéllos que parecían vencidos,
saldrán con la ondeante bandera blanca
y de sus labios brotarán cánticos de amor.
Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, julio 27/12
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