lunes, 28 de mayo de 2012

¿QUIÉN NOS PREPARA PARA VER MORIR A LOS NUESTROS?



¿QUIÉN NOS PREPARA PARA VER MORIR A LOS NUESTROS?
¿Quién nos prepara para la muerte?... cada segundo la vivimos, la presentimos en cualquier esquina cuando los locos de las calles deambulan creyendo que todo es suyo, cuando los delincuente
s con sus maldades llevan un arma y en un momento de miedo hieren la piel y se roban la vida, cuando marchan nuestras mascotas, amigos, familiares jóvenes y niños, o cuando creemos que es el azar y que era su turno, pero nunca nos preparamos suficientemente para ella, pues cuando nos toca de frente y nos hiere en el corazón y llega como un monstruo avasallador a nuestras vidas, todo lo que creemos saber sobre la muerte, se olvida en un segundo, y nos damos cuenta que ninguna preparación es suficiente, y que nadie se prepara para ella, a no ser que esté enfermo mentalmente y quiera abandonar a la fuerza la vida, a veces cuando hay un enfermo terminal creemos estar listos, pero cuando la persona ya no está, seguimos con la tortura infinita de las preguntas.

Vemos a través de nuestro tiempo a nuestros familiares, los hijos de mis amigos, los padres, los niños que a la fuerza marchan, y a otros que cuando están más felices y llenos de proyectos, en un segundo ya no están y queda un sabor amargo en nuestro corazón y no aceptamos de ninguna manera que haya sido así.

Nos damos cuenta que para muchos la vida no tiene sentido cuando lo que está en nuestro vientre lo arrancamos sin piedad, o cuando le robamos la vida a otro, pero cuando alguno de nuestros hijos, hermano o padre marchan, todo se olvida, ésta preparación que la vida nos regala, pues es gratis aprenderla, la olvidamos cuando ese monstruo nos golpea de frente, sin importar que todos debamos algún día marchar, pero abrigamos la ilusión de un milagro y empezamos a martirizarnos haciendo preguntas que nadie responderá, y en nuestro dolor tendemos a olvidar a quien está a nuestro lado, tal vez esté sufriendo más que nosotros mismos por la pérdida de su hermano o madre, y necesite de nuestros abrazos en vez de nuestras lágrimas y reproches al Dios de la vida.

Si no la hubiera llevado a la clínica, o tal vez si lo hubiera esperado una hora cuando él me rogaba que lo esperara, o si lo hubiera dejado jugar pues era el día donde él más se antojó de besos y abrazos, si en esa clínica lo hubieran atendido rápido y en vez de una silla de ruedas le hubieran traído una camilla, o si las ambulancias no estuvieran peleando por el centavo y hubiesen mirado a mi niño como un ser humano , el tiempo es vital, pero nadie detiene al destino y las personas actúan así porque el amor al prójimo se ha perdido en un mundo donde la crueldad tiene olor y sabor a dinero.

Si hubiera mirado a mi hijo a los ojos y le hubiera dicho a mi madre cuánto la amaba; ayer ella me observaba y tomó una de mis manos y me la besó, y él… con esa sonrisa amable y hermosa me invitaba a un fuerte abrazo, a preguntarnos que estábamos haciendo con su tiempo y con su vida; y ese reclamo diario nunca lo tuvimos en cuenta, en cambio vino ese monstruo metálico y en un segundo acabó con todos nuestros sueños y los de él, y vino ese médico indolente, hizo un examen doloroso, esa punzada en el corazón que tal vez fue su dolor más terrible y el que la llevó a la tumba, pero las preguntas nadie las responderá, y es aquí donde tenemos que mirar hacia arriba, y hacia nuestro interior, tenemos que a partir de las flaquezas encontrar respuestas y los errores cometidos no repetirlos una y otra vez como una cadena que no la rompe el dolor ni la quiebra el tiempo.

Me inclino por Jesucristo, por esa película tan hermosa que vimos ayer, donde a partir de los errores el hombre recapacita y mira lo que está a su alrededor, sus otros muchachos, su otra familia que tal vez esté abandonada y su mutismo y soledad tiene sabor a tristeza con la que se alimenta a diario, pero nuestro propio egoísmo no nos deja ver más allá de nuestro dolor, de nosotros encerrados en ese egocentrismo para vivir que opaca cualquier alegría que dejamos pasar y oscurecemos aún más por nuestra soberbia para aceptar que los demás también sufren y necesitan sonreír y tal vez estemos ahondando sus heridas con nuestras actitudes y opacando sus sonrisas.

Ahí está la respuesta que buscamos, la que nadie responde, está en el amor, en el respeto hacia los demás, en esa entrega bondadosa donde no damos las rosas sin antes quitarles las espinas, y donde la verdadera esencia la demostramos con cada acto, cada palabra, a veces las cosas más simples nos llenan de dolor y de rabia, y herimos a los demás a propósito, y nuestros egoísmos salen a flote cada segundo, y no controlamos esos impulsos que a pesar de estar dolidos y tristes los sacamos a relucir de nuestro interior.

Tenemos que darnos tiempo, para amar sinceramente a los demás, ese tiempo valioso para dar un abrazo, para demostrar que somos amigos y hermanos, para sonreír en vez de atacar, para demostrar que somos generosos siempre, y que tenemos una opción mejor que es el perdón y continuar abonando nuestro propio terreno; tal vez mañana sea yo el siguiente, o sea ella, o el más joven, pero ahí está la muerte esperando, ella ya tiene su escogido, no recapacita si tal vez está muy viejo, o aquél apenas empieza a vivir, ese es su trabajo y es una excelente trabajadora, es una hembra que alguna vez tuvo vida en su interior, pero que hoy su trabajo fue venir por el señalado, no lo hace por dinero, sino porque esa fue su misión y a ella, la parca, la adornamos siempre sonriente y su guadaña tal vez te esté señalando hoy, o esté sobre mí… ¿quién puede decir que no es así?... mientras tanto, debo olvidar mi vanidad, mi soberbia, debo dejar de rabiar cuando alguien me responde de una manera airada, tal vez necesitaba de ese dolor nuevo para sanar y esperar tranquilamente, entregada a la voluntad de Dios, que puede ser mi turno hoy, pero antes debo decir que los amo, que me perdonen por todo lo malo que haya dicho o realizado, por mis flaquezas que son iguales a las suyas, sino que a veces nuestro orgullo no nos deja ver las propias, ese perdón por no haber hecho antes, por no entregar las mejores flores a todos los que amo, hoy quiero doblar mis rodillas y mirar a ese crucifijo en la pared y recordar que siempre, ese Jesucristo bondadoso está ahí, vino a nuestras vidas para enseñarnos que Dios está vivo en los ojos que hoy me leen, y en esa vaga sonrisa que hoy me abraza y mañana me hiere y que su disposición es eterna y su amor no tiene fronteras ni escogidos y su palabra más amada se llama perdón, y que su vino exquisito siempre se llamará “amor”. ¡¡Salud!!.




Raquel Rueda Bohórquez
Barranquilla, mayo 27/12

No hay comentarios:

Publicar un comentario